domingo, 20 de diciembre de 2009

La Sal de la Vida

Abrí los ojos esa mañana, y mi pequeña hija, mientras saltaba junto a mí en la cama me informaba que estaba nevando. Y no paró de nevar hasta el día siguiente. Al menos un pie de nieve es lo que llegamos a acumular, pues el bendito polvillo blanco siguió precipitándose sin misericordia. En reiteradas ocasiones me paré a ver por la ventana como todo se había ido cubriendo de blanco. Pasamos el día arreglando y limpiando la casa. Los niños disfrutaron de un día de completa holgazanería. Nadie salió de de sus pijamas. El calor de hogar y el calor en el hogar se dejaron sentir.

Un poquito de felicidad pensé.

Llegó la noche y la nieve siguió cayendo. El frío allá afuera era indescriptible. La nieve, a pesar de su disimulada crueldad, había traído consigo un momento agradable a mi vida.

Dejamos pasar el día entre risas, juegos y quehaceres. Pusimos a los pequeños a dormir ya pasadas las 9 de la noche. Mientras lo hacíamos, conversába en voz baja con mi esposa. Nos pusimos a pensar en la pesada tarea que nos esperaba al día siguiente. Remover toda esa nieve de nuestros carros, y luego apalear el garaje para poder sacarlos del blanco sepulcro, resultaban ideas poco agradables.

Cuando creíamos que el silencio de esa noche invernal se había finalmente apropiado del sueño de nuestros hijos, así como del mundo que nos rodea, mi esposa y yo escuchamos voces que provenían de afuera. Eran murmullos, y junto a ellos el inconfundible sonido de alguien que estaba apaleando la nieve. Pensé, por un momento, en que alguno de mis filáticos vecinos había decidido salir a esa hora de la noche a limpiar su carro y su garaje. Miré nuevamente por la ventana, y con sorpresa vi mi garaje y mi carro limpios.

Los murmullos se volvieron más entendibles. Eran voces que se comunicaban en español, junto a las cuales, otras risas y carcajadas en inglés hacían las veces de una especie de fondo musical.

Esta vez, mi esposa miró por la ventana. Eran 8 hombres limpiando los garajes y autos del vecindario.

Normalmente los directivos de la asociación del conjunto habitacional en donde vivimos, contratan a jornaleros para que vengan a limpiar las calles, los garajes y los autos. Usualmente son inmigrantes indocumentados, personas que por su condición se vuelven invisibles ante los ojos de la gente que vive por aquí. Ellos, en la mayor parte de ocasiones, también lo prefieren así. Hacen su trabajo de manera silenciosa y desaparecen de similar furtiva manera como llegaron.

Al verlos ahí afuera mi esposa me comentó que no sería una mala idea si les preparásemos un poco de café caliente. No obstante, nos dispusimos a meternos dentro de nuestras cobijas. Encendí la televisión, pero por alguna inexplicable razón la cama no se sentía tan cómoda y acogedora; y el calor de hogar de repente se lo sentió enfriarse. Le propuse a mi esposa que concretáramos aquella idea del café caliente. Nos demoramos un buen momento en finalmente decidirnos ir a la cocina y preparar un poco de café.

Salí a la calle a ver si encontraba a los hombres que habían limpiado nuestra propiedad. La nieve volvió a sorprenderme nuevamente. Miré con asombro que varios de mis vecinos se encontraban afuera de sus casas. Yo en pijamas, arropado con mi abrigo y con una charola en mis manos, caminé por la calle llevando el café caliente que iba a ofrecérselo a los jornaleros. Eran mexicanos. Me dijeron que de Puebla.

La gente conversaba y bromeaba con ellos mientras realizaban su labor. La barrera del idioma se había derretido en medio de ese frio. Entendí entonces, que nosotros, -mi esposa y yo- no habíamos sido los primeros en tener la idea de manifestarnos con alguna gentileza ante esta gente que se encontraba trabajando en la nieve. Propinas, pizza, galletitas, un poco mas de café y chocolate calientes, habían sido ofrecidos a los jornaleros por los otros vecinos.

Gestos intrascendentes, pero cargados de calor humano, avivaron la dignidad de otros, que tímidamente se encontraba oculta debajo de sus abrigos y detrás de sus palas.

La nieve trajo consigo pequeñeces que distan mucho de ser insignificantes y que simplemente hacen de este mundo un sitio más vivible. La nieve sacó a relucir por un momento, un poquito de lo bueno de las personas.

Lo del café y el haber visto a mis vecinos manifestándose espontáneamente con calidez ante otros; la sonrisa de aquella gente y su sincera gratitud. Fueron todas estas cosas, la cereza de ese pastel de felicidad que comenzó con una alegría individual y algo mezquina, pero que terminó trascendiendo a mi persona. Una lección de solidaridad. Una oportunidad para aprender a ser un poco más humildes. La sal de la vida

jueves, 17 de diciembre de 2009

Democracia, la fuente del calentamiento global

Supongamos que yo afirmo lo siguiente: La mayoría de crímenes execrables han sido cometidos por personas de más de 1 metro 70 centímetros. Entonces, no podemos más que concluir que la estatura es un factor o elemento que juega un rol fundamental en el cometimiento de delitos.

Tal afirmación, ante los ojos de una persona sensata, resulta un absurdo completo. ¿Cierto?

Bueno, tal parece que la afable momia coctelera (Correa dixit) de José Valencia ha tenido una ocurrencia de similar corte. En su artículo, este señor se esfuerza en poner en la mente de las personas la idea de que contaminación y calentamiento global están asociados a conceptos tales como democracia, o al hecho de que un país tenga una institucionalidad férrea.

Valencia, como quien nada dice, de paso incorpora en su artículo un poco de su propia agenda ideológica, al afirmar que los países desarrollados tienen una obligación con los países pobres, cuando de contaminación se trata, y que por lo tanto, esa suerte de condición nos otorga un derecho innato a ser beneficiados por ellos de una u otra manera. El típico paternalismo socialista plasmado en este artículo. Tal parece, los países en vías de desarrollo no tenemos otra opción que convertirnos en pedigüeños o pordioseros; y justificamos tan mediocres actitudes con argumentos como los del editorialista de marras.

Debo, por lo tanto hacer algunos reparos a su editorial.

Primero. Valencia quiere hacer creer al lector que democracia o estado fuerte son sinónimos de mayor contaminación, o que al menos van de la mano de ésta. Esta es una falacia ad argumentum. China no es un país democrático, y sin embargo, junto con Estados Unidos, que se precia de ser uno de los más democráticos, son los mayores contribuyentes de CO2 en el planeta. Eso demuestra que nada tiene que ver la democracia, ni nada tiene que ver un estado fuerte, (léase con férrea institucionalidad) con la contaminación global.

Segundo. Es crasa y obvia la agenda ideológica detrás de las palabras del articulista. El paternalismo es un germen fecundo que crece en los corazones socialistas y revolucionarios. Los países en desarrollo debemos hacer muchas cosas por nosotros mismos, y no confiarnos ni esperar que los ”taitas” desarrollados nos regalen o nos den cosas por nuestra linda cara de pobres. Resulta torpe querer sentarse y esperar que los países desarrollados nos den haciendo las cosas, para que no suframos las supuestas consecuencias de la contaminación global.

Tercero, la idea de que el calentamiento global obedece a la acción del hombre ha quedado puesta en tela de duda. Los científicos que han venido sosteniendo la teoría antropogénica del calentamiento global han sido expuestos ante el mundo, como unos mentirosos, y ellos mismos lo han reconocido y han admitido que los estudios que han utilizado para sustentar sus ponencias, son falsos, pues los datos y resultados presentados por ellos -los científicos- han sido sistemáticamente maquillados, exagerados y manipulados. El calentamiento global es un fenómeno cíclico de normal ocurrencia en la existencia del planeta Tierra. No cabe duda de que, con la exagerada producción de CO2, los humanos han puesto su granito de arena a favor del mismo, pero de ahí, a endilgar apocalíptica y dantescamente a la humanidad esa contribución, dista mucho de ser una afirmación cierta y categórica. Sugiero al editorialista que se informe sobre el escándalo científico del siglo llamado “Climate-gate”.

domingo, 13 de diciembre de 2009

De Pelafustanes

No puedo estar más de acuerdo con Don Omar Ospina. El periodismo es un arte, no una ciencia. Es el arte de comunicar a otros acontecimientos e incluso opiniones. Don Félix Narváez, por lo que se infiere del artículo de Ospina, desconoce la esencia de su oficio. Ir a la universidad para estudiar periodismo, no le resta valor al que lo ejerce de manera “empírica”. Por esa razón, el querer imponer cortapisas a este oficio, que para muchos es profesión, resulta tan absurdo como querer controlar, regular y castigar lo que un músico, un pintor, un escultor puedan crear, decir o hacer. La ley de medios es un verdadero absurdo. La auto regulación y auto crítica deberían ser las directrices de esta actividad. Claro está, eso solo puede darse en un medio en donde exista un estado de derecho (y no un estado de derechos); es decir en un medio en donde exista una férrea institucionalidad y el imperio de la ley se impongan. En Ecuador no hay estado de derecho, (ni siquiera de derechos.) Estamos rodeados de mamás de Tarzán por todo lado, lo cual atañe a todos nosotros, (incluso a la prensa.)Estos pecados son los que han generado reacciones negativas hacia la prensa, la cual tampoco ha sido ajena a ellos, al no saber cómo auto limitarse, por precisamente haber una falta de institucionalidad. De lo dicho, se colige que el enfoque dado al asunto “medios de comunicación” está completamente errado. La solución no radica en nuevas leyes y reglamentos burdos, si en principio no se respetan ni siquiera las leyes ya existentes, ni se fortalecen e independizan las instituciones y entidades encargadas de cumplirlas y hacerlas cumplir de manera imparcial. La solución está en tomar el giro necesario para que exista algún resquicio de institucionalidad en nuestro amado país.

jueves, 10 de diciembre de 2009

¿Suicidio Colectivo?

En su editorial “Suicidio Colectivo” doña Thalía Flores asevera categóricamente que el planeta Tierra está siendo dramáticamente afectado por los cambios climáticos, los mismos que en su mayor parte obedecen a la contaminación creada por la propia humanidad. En honor a esa auto crítica, auto regulación y auto control que tanto proclama la prensa nacional ante el embate de burdas leyes mordaza, y para demostrar que se predica con el ejemplo, sería adecuado que la articulista y el medio contrastasen sus opiniones con aquella información que se filtró en días recientes en el internet sobre el famoso escándalo “Climate-gate”. Sobre todo porque ella asevera que: “La Cumbre del Clima que se realiza en Copenhague, y que procesa investigaciones de los más eminentes científicos, debe sacudir la conciencia del liderazgo mundial, obligado a tomar medidas inmediatas a fin de revertir el deterioro de la Tierra” (sic) Esas afirmaciones de doña Thalía deberían ir acompañadas de algún tipo de referencia científica que las sustente, pues esos “eminentes científicos” de los que ella habla, han quedado expuestos como mentirosos y falseadores de datos y estudios que supuestamente sustentan la idea de que el cambio climático en el planeta obedece principalmente a la vorágine humana. Estos científicos han mentido sistemáticamente por años sobre las verdaderas dimensiones del calentamiento global, se han valido de la prensa y medios de comunicación para transmitir ideas fatalistas y apocalípticas sobre el calentamiento global y sus efectos. Gracias a la mano de un anónimo, se ha destapado, posiblemente, el mayor escándalo científico del siglo. Los propios científicos involucrados no lo han podido negar, pues fueron sus e-mails internos y otros cientos de documentos producidos por ellos mismos, los que fueron expuestos a la luz pública. Acuerdos para manipular datos, destrucción de pruebas, conspiraciones para evitar que los escépticos publiquen en revistas científicas, dudas privadas sobre sus propias aportaciones a la teoría del calentamiento global que no se reconocen en público, ocultamiento del "Periodo Cálido Medieval", alegría por la muerte de un escéptico. Todo ello forma parte de una serie de documentos y correos electrónicos privados que han sido desvelados bien por un hacker externo o bien por una fuente anónima interna de uno de los templos de la calentología: la Unidad de Investigación del Clima (CRU, por sus siglas en inglés), perteneciente a la británica Universidad de East Anglia, uno de los centros de investigación más activos en sus esfuerzos por demostrar la teoría del calentamiento global de origen antropogénico. Sugiero a doña Thalía que se informe un poco más sobre el tema. Dejo en sus manos los siguientes enlaces de internet en donde se puede apreciar que el tal calentamiento global no es como lo pintan. Esta sería una verdadera manera de contrastar la información proporcionada.
http://www.libertaddigital.com/ciencia/el-watergate-climatico-la-farsa-del-calentamiento-global-al-descubierto-1276376962/
http://www.climate-gate.org/
http://www.eastangliaemails.com/index.php
http://www.foxnews.com/scitech/2009/12/01/facing-scandal-head-climate-research-lab-temporarily-step/

martes, 17 de noviembre de 2009

Homeopatía

Cuando mi pequeña hija de 2 años y medio, por ejemplo, resbala y se golpea en su piernita, ella indefectible e inconsolablemente estalla en un estruendoso y aparatoso llanto. Acude raudamente a sus padres… perdón, a su papá o su mamá. En su media lengua, que además mezcla el inglés y el español, se queja lastimeramente, diciendo que se cayó, y que se hizo un “¡boo-boo!” (bu-bu) en su piernita (en Ecuador le dicen un “¡ayayay!”.) Entre sollozos, lágrimas y gemidos, ella demanda de alguno de sus progenitores que se le de un besito en aquella zona afectada para, de esta manera, paliar el dolor y la angustia que el accidente han ocasionado en ella. Efectivamente, luego de un apapacho, muchas caricias y el mentado besito, las lágrimas dejan de brotar de sus ojos, y al mismo tiempo una sonrisita se esboza en su angelical rostro. Su inocencia y el poder curativo y mágico de los besos de sus padres han logrado mitigar y hasta eliminar el dolor, la pesadumbre y la angustia del golpe recibido. Su infantil mente se conforma con estas medidas “heroicas”, que solo pueden ser provistas por alguno de los taitas. Si, el caso es más extremo o si se requiere de medidas más agresivas, una bendita adhesiva (o “curita”) ocuparía la segunda línea de defensa. Ese pedazo de esparadrapo amoldado tiene un verdadero poder conciliador y reparador.

La simpleza mental de los niños, les permite creer ciegamente en la capacidad curativa del beso aquel, o de la curita o vendita. Ellos no están conscientes del engaño, de que todo es una bondadosa y piadosa pantomima que permite a sus pequeños cerebritos auto convencerse de que algo, en aquellos actos u objetos, tiene un poder para aliviar y curar. Ni siquiera están conscientes de que algo sobre natural podría estar detrás del hecho curativo o paliativo.

Es así como, el efecto placebo tiene un poder tremendo en el restablecimiento de los quebrantos de salud. No obstante, tiene sus limitaciones. Primero, hay que estar consciente de que, si por ejemplo, yo me rompo la pierna al saltar de una silla, por mas besitos que me den, por mas curitas que se me apliquen, por mas fe que ponga en ellos, el hueso roto no se arreglará, a menos que se inicien y pongan en marcha otras intervenciones más concretas, menos mágicas, más drásticas, que incluso contemplan una dosis de dolor en su ejecución y concreción.

¿Qué es el efecto placebo? Es simplemente el poder que tiene o puede ejercer un aparentemente inocuo* elemento o situación en el proceso de auto sugestión y auto convencimiento de que la realidad de una dolencia o padecimiento, pueden ser cambiadas así como así, sin intermediar un proceso lógico y racional, o un mecanismo concreto que expliquen el supuesto cambio de la condición o dolencia. El efecto placebo toma en cuenta, para que se dé a lugar, el nivel de sofisticación mental, pero también toma en cuenta el nivel de “awareness” -léase grado de conciencia- o de estar al tanto e informado de que dicho efecto placebo está siendo aplicado y utilizado como medio para obtener un resultado curativo esperado. Implica una gran dosis de pensamiento mágico. Es decir, se requiere de una gran dosis de fe, (acto irracional de creer en algo, más allá de cualquier evidencia) con la peculiaridad de que las evidencias en contra son realmente contundentes, abrumadoras, reproducibles y constatables, mientras que las evidencias a favor son en su mayor parte nulas, escuetas, inexistentes, inconsistentes o poco fiables.

En otras palabras, el efecto placebo es aquel fenómeno que ocurre, cuando una mentira piadosa, un falso subterfugio, un tratamiento fingido, una substancia inactiva, un poco de azúcar diluida en agua, o una solución salina, pueden en ocasiones mejorar la condición de un paciente, o al menos brindan a éste, una sensación interna de alivio y mejora por el simple hecho de que esta persona ha puesto su fe en, o tiene muchas expectativas de que dicho sortilegio va surtir algún efecto. La fe, o la expectativa puesta, juegan un rol importantísimo en la concreción del efecto placebo. Mientras más una persona crea que el placebo va ser efectivo, más probable es, que en realidad esto suceda, mientras no se tope con las limitaciones propias del placebo. Para que un placebo funcione, el individuo al que se le está aplicando o administrando el placebo, tiene que ignorar por completo que es eso precisamente lo que se está haciendo. Muchas personas optan por adoptar un estado de negación y se auto convencen de que el placebo al igual que el besito en el boo-boo de mi hija tienen poderes especiales que disipan y hasta curan el mal para el que han sido estos placebos invocados.

Pero como ya se dijo anteriormente, existen situaciones, en donde una actitud positiva, no es suficiente, y por lo tanto, se requiere del uso de otros agentes mas concretos, cuyos efectos se pueden medir, estudiar, comprobar, cuantificar, categorizar, diferenciar, puntualizar, controlar, invertir, revertir, anular, o detener en relación con el problema que se está encarando.

Por ejemplo, si un individuo se contagia de tuberculosis, no importa cuanta buena voluntad, o cuanta actitud positiva se tenga; si no se instaura una terapia antimicrobiana, esa persona no se curará, y más bien corre el riesgo de empeorar. No importa si a la persona en cuestión le recomendaron tratamientos de orinoterapia, (lo cual, en el caso particular de la tuberculosis, podría resultar hasta en una redundante auto inoculación del bacilo de la tuberculosis); o le recomendaron restregarse en el torso la uña de la gran bestia; o le aconsejaron beberse unas aguas medicinales; o atragantarse unas grageas “naturales” (¿alguien ha visto en su vida a una planta que de como fruto pastillas o existan pastillas que se cosechan en el campo?); o tomarse unas pastillitas azucaradas recetadas por un homeópata; o le abaniquen ozono; si esta persona con tuberculosis no recibe los antibióticos específicos, lo mas probable es que haya mucho que lamentar en el corto, mediano y largo plazo.

El efecto placebo es parte del potencial del ser humano para reaccionar positivamente ante el curador, el médico o el placebo que se está propinando. La angustia de un paciente, en ocasiones, puede ser controlada, disminuida y hasta eliminada gracias al efecto que un placebo ejerce en la psiquis del individuo. Hay que admitirlo, incluso el éxito de un tratamiento o procedimiento terapéutico convencional está influenciado hasta cierto punto, por el grado, nivel o intensidad de efecto placebo que el propio tratamiento posea ante los ojos del doliente, y de la capacidad que éste pueda tener, para influenciar sobre la mente del paciente.

Un clásico ejemplo de esto es aquel cuando un médico decide inyectar intramuscularmente mera agua destilada a un paciente aquejado de mucho dolor, (sin dejarle saber la verdadera naturaleza química de ésta formidable droga) a quien, después de una exhaustiva evaluación y un detenido análisis, se ha llegado a la conclusión de que no tiene un problema específico y concreto que explique y justifique su dolencia y malestar. Luego de la dolorosa administración intramuscular de este “fantástico medicamento”, es impresionante ver de qué manera el dolor desaparece.

El efecto placebo, sin embargo, pierde su eficacia y poder cuando el individuo al que se le piensa aplicar dicho placebo, está consciente de tal intención. Por eso, un placebo tiene más efecto cuando se lo lleva a cabo de una manera engañosa u oculta, ignorando, por ende, la autonomía del paciente, pues se evita deliberadamente que el enfermo se entere de la mentirita piadosa. El placebo sustenta su eficacia en la mentira, en el ocultamiento de la verdad sobre las nulas o inexistentes y muy cuestionables y poco comprobadas o confirmadas propiedades de dicha inocua sustancia.

Bien dice un refrán en inglés: “Ignorance is bliss” o en español algo parecido: “ojos que no ven, corazón que no siente”. Y bien dice Voltaire: “la medicina es el arte de entretener al cuerpo, mientras la naturaleza toma su curso”, pues no importa cuan apegados al texto estemos el momento de tratar una dolencia, si la naturaleza no quiere colaborar, ni el tratamiento más eficaz (comprobado científicamente) surtirá efecto. Así mismo, en ocasiones, el simple efecto placebo termina remplazando al mas certero de los tratamientos.

Como todo en la vida, la mayor parte del tiempo las cosas no son solo en blanco o en negro. El efecto placebo tiene sus beneficios en el proceso de curación de un paciente, pero también tiene sus limitaciones y aspectos negativos. Limitarse a administrar un placebo, o querer concretar un tratamiento mediante acciones aparentemente inocuas o inocentes pero inútiles, cuando delante de uno existe un problema específico que demanda de acciones más concretas y específicas, puede resultar deletéreo y muy peligroso para el enfermo. Posponer acciones y medidas concretas y específicas apoyadas por estudios científicos serios, por permitir y dar prioridad al efecto placebo por encima de éstas, debe ser considerado un acto de negligencia médica e incluso criminal. Tener al paciente engañado y imbuido dentro de esta trama de truquitos circenses sin ningún sustento científico, es algo deleznable. Creer que es suficiente encender unas velitas, o rezarle al santo de turno y a la Virgen María de la localidad, o auto infligirse castigos y sacrificios, para lograr el alivio o curación, es pecar de ingenuo, supersticioso, e infantil. Ayúdate, que te ayudaré dice por ahí un pasaje bíblico.

Que un médico recomiende los cirios, los silicios, o los rezos en desmedro de lo que la ciencia puede brindar, es condenable. Que un médico recomiende acciones o tratamientos fútiles, y por darles primacía a éstos, deja de lado intervenciones terapéuticas apropiadas (científicamente comprobadas como efectivas) puede resultar nefasto.

Es así, entonces, que la homeopatía cae dentro de ese mundo paralelo y peligroso: el del surrealismo, el misticismo, lo esotérico y metafísico. La homeopatía es la no-ciencia de la charlatanería.

Desde que inicié mi carrera como médico, siempre he pensado que los homeópatas son una suerte de médicos fracasados en lo científico, una especie de charlatanes, ilusionistas, o brujos que con una nutrida parafernalia y retórica envuelven a sus pacientes en la idea de que sus productos “naturales” y sus prácticas terapéuticas carentes de sustento científico, tienen el mismo efecto curador que lo que la medicina tradicional, alopática u occidental puede ofrecer, con la ventaja de no contar con efectos secundarios. (¿Lo dice quién... existe algún estudio científico que confirme la inocuidad de dichos tratamientos?) De similar manera a los charlatanes de feria, los homeópatas promueven sus curas, pócimas, menjurjes y tratamientos, (que no se apoyan en ninguna ciencia ni evidencia científica, sino en lo anecdótico y metafísico) y convencen a los incautos con sus lindas palabras. Con ellos, (los homeópatas) está por demás exigirles pruebas, pues aparte de un par de testimonios subjetivos, no cuentan con un respaldo estadístico ni bibliográfico, mucho menos datos científicos que sustenten sus bondades. Con ellos, una palabra suya basta para sanar a los enfermos.

Curiosamente, personas que se precian de escépticas, lógicas y que rechazan cualquier cosa que no tenga sustento científico, creen fervorosamente y con una irracional fe en los poderes de esta pseudo ciencia llamada homeopatía. Se toman tan en serio lo “natural”, que hasta consumen asiduamente y con devoción, enormes cantidades de estos famosos productos “naturales”, muchos de ellos presentados y vendidos al público en forma de pastillas, pastas, cremas, ungüentos y tés medicinales. (Hasta donde se sabe, nadie ha descubierto un árbol o una planta que, como frutos, produzca píldoras, pastillas, cápsulas) Muchos apoyan la homeopatía, porque la asumen como sinónimo o equivalente de "natural y libre de químicos" o de "vida sana".

Retomando el tema de la homeopatía, la revista médica de publicación semanal The American Journal Of Medicine, en su edición del mes de Noviembre 2009, Vol. 122, No. 11, nos presenta con el mismo rigor con el que sus artículos científicos se publican, un editorial titulado: “Should We Maintain an Open Mind about Homeopathy” (¿Debemos (o se debe) mantener una mente abierta acerca de la homeopatía?) En dicho editorial, sus autores hacen una concisa, clara y sustentada crítica a la homeopatía. Nos cuentan que en la actualidad, y por esas novelerías tan progres de ser “políticamente correctos”, uno debería tener una mentalidad abierta sobre la medicina alternativa, sobre todo porque en muchos casos se asume que “el paciente sabe mejor” o porque se aduce que “ese tipo de medicina funcionó en mi” ergo, debe funcionar en tí, pese a que nunca se me pudo ocurrir que me curé por mí mismo y el tratamiento homeopático solo fue una distracción que acaeció coincidencialmente en el mismo momento de la mejoría. Estas presunciones muchas de las veces no son contrastadas (aunque deberían serlo) con lo dicho en párrafos anteriores sobre el efecto placebo.

Los autores concuerdan en aseverar que ciertos tipos de medicina alternativa, tales como la medicina de la herbolaria, o las terapias que requieren manipulación, contienen aspectos plausibles para la práctica médica en general. Sin embargo, otras “disciplinas” alternativas se basan en conceptos obsoletos metafísicos de la biología y fisiología humanas que deben ser descritos como absurdos, y cuyos proponentes no aceptarían someter sus intervenciones y terapias al escrutinio científico, y en caso de hacerlo, sugieren y sostienen que el mero hecho de una evaluación crítica, es más que suficiente como para ahuyentar y echar a perder el proceso de curación. Algunos llegarán incluso a aducir que su "ciencia" es víctima de persecución y hostigamiento.

El conflicto de intereses de estos sujetos es más poderoso que el requerimiento científico de integridad, y aún así, se defienden atacando y aseverando que quienes quieren someter a procesos de investigación científica rigurosa a sus teorías, obedecen a los intereses particulares de alguna compañía farmacéutica y que son parte de alguna conspiración que pretende negarle a sus pacientes curas, a pesar de que no han sido evaluadas, probadas y confirmadas a través de la investigación científica rigurosa.

Gente famosa, gente común, gente influyente, gente supuestamente bien educada, terminan siendo víctimas del efecto placebo, sin siquiera, en muchos casos, darse cuenta de ello, y por eso, destinan sendos buenos oficios que hacen inferencias que aseveran que muchas de las medicinas alternativas son efectivas, simplemente porque en ellos si funcionaron, reflejando así, la actitud infantil del ejemplo inicial, la cual ellos prefieren ignorar. (Alguien les dio un besito en su boo-boo y ya se sintieron curados, y por lo tanto, ese besito, posiblemente trabaje en todos los demás.)

Esto tiene un par de implicaciones. La primera, es que posiblemente lo que esas personas padecían no era precisamente lo que ellas pensaban que era, y la otra, que la gravedad de tal padecimiento era menor de la que ellos creyeron percibir en ese momento. Tal y cual, el ejemplo del boo-boo de mi pequeña hija.

Uno de los peores representantes de la medicina basada en la fe, y no en la ciencia, es la homeopatía. La misma que se nutre del entusiasta apoyo entusiasta de culteretas progres, de noveleros y de celebridades sin bagaje científico, en lugar de hacerlo desde el humilde deseo de explorar los límites de nuestro conocimiento usando métodos científicos.

Los autores explican que la homeopatía se basa en el principio acientífico de que iguales curan a iguales, o como dice el adagio popular, un clavo saca a otro clavo. Este principio se sustenta en la idea de que si una substancia es capaz de causar ciertos síntomas en voluntarios sanos, (por ejemplo, una cebolla causa moquera) entonces esta substancia constituye un tratamiento efectivo para condiciones asociadas con la moquera, como el resfriado común. El segundo principio postula que la dilución seriada (exponencial según ellos) de una sustancia conjuntamente con una sacudida vigorosa de la misma –potenciación- da lugar a que aquella solución más diluida sea en efecto, mas poderosa que la más concentrada. De este modo, las medicinas homeopáticas más potentes son aquellas que están disueltas en mayor grado, al punto que no contienen más que una minúscula cantidad de la substancia original. Estos axiomas no solo que no se encuentran alineados con hechos científicos, sino que se encuentran directamente opuestos a ellos. Para ponerlo en términos mas duros propios del universo paralelo de la homeopatía, el concepto de la vida, tal y como lo conocemos, sería inconcebible, y los alienígenas que posiblemente habitan en ese ambiente hostil son difíciles de concebir.

Asumir una postura de mentalidad abierta frente a la homeopatía o formas poco plausibles de similar laya, (aromaterapias, ozonoterapias, terapias bioenergéticas, sanación espiritual, terapias de cristales, etc.) no es por lo tanto una opción. Creer en la homeopatía sobrepasa la tolerancia de cualquier mente abierta.

Hasta la fecha, la homeopatía ha fallado en demostrar su eficacia en estudios aleatorios controlados y en revisiones sistemáticas de estudios bien diseñados.

Invocando al relativismo postmoderno, los homeópatas retienen su credibilidad en base a, (y se desenvuelven entre) una serie de estudios pobremente diseñados y difícilmente aleatorios.

No está claro si el rédito económico en el que se traduce este tipo de charlatanería sofisticada es el culpable de que los homeópatas y sus seguidores no puedan ser persuadidos de abandonar este tipo de “medicina tradicional” ante algún tipo de evidencia contundente, o si sea por algún tipo de delirio. De cualquier modo, es muy difícil convencer a los homeópatas en desarrollar un estudio con metodología cuerda y sensata, el cual en caso de resultar negativo, finalmente los persuada de desistir en esta cruzada absurda. Muchas veces el afán por evitar onerosos costos en tratamientos sofisticados obliga a la gente a buscar soluciones baratas que a la postre pueden resultar más costosas y dolorosas si se las hubiese esquivado desde un principio.

Preguntan los autores del artículo: ¿Debemos mantener una mente abierta cuando se trata de astrología, cartomancia, alquimia, apariciones de Elvis Presley? Por supuesto que no. Y de ese mismo modo, ante la homeopatía debemos asumir la misma actitud.

La homeopatía está basada en absurdos conceptos que se oponen y niegan los progresos en física, química, fisiología, ingeniería biomolecular y genética. Aún 160 años después de la obra de Oliver Wendell Holmes , “Homeopatía y sus emparentados delirios” todavía se debate si la homeopatía es un placebo o no.

Se aboga por la homeopatía principalmente cuando se trata de condiciones auto limitadas o banales, como por ejemplo cuando se dice que con la homeopatía se puede curar una gripe en 7 días, cuando en otras circunstancias toma 1 semana en resolverse el cuadro gripal por si mismo.

Sería bueno preguntar a los homeópatas y a sus feligreses: ¿si depositarían su fe en sus supuestos tratamientos, si ellos mismos padeciesen de cáncer, o tuviesen una infección seria o un infarto cardíaco o un caso de insuficiencia renal o un cuadro de pémfigo?

Desde que apareció la homeopatía (más no el chamanismo o la brujería) no se han reportado mayores avances o logros en esta “disciplina”. Los principios homeopáticos son conjeturas audaces. Nadie ha podido realizar "corroboraciones espectaculares" de ninguno de los principios en los cuales se basa la homeopatía. Un ejemplo de verdadera "corroboración espectacular" de una "audaz conjetura" es aquel que relata la predicción de la existencia del planeta Plutón a través de la observación de cambios pequeños en la órbita de su planeta vecino, Neptuno. El descubrimiento (mucho tiempo después) y por ende, confirmación de la presencia de Plutón fue contabilizado como una "corroboración espectacular" de una "audaz conjetura". En la medicina, se aplica similar analogía al descubrimiento de los antibióticos.

Y a pesar de ello, los homeópatas, como otros apóstatas de nuestros revolucionarios días, acuden al caso de Galileo y su batalla contra el dogmatismo católico, para defenderse; y aducen (y confían) cómo, el tiempo se encargó de probar que él estaba en lo correcto. El argumento de Galileo es un silogismo, una especie de argumento lógico en el cual 1 proposición (la conclusión) es inferida a partir de otras 2 (premisas) de una cierta forma. Algo como si yo afirmase, por ejemplo, que Van Gogh era un artista grandioso que no fue reconocido como tal mientras vivió. Yo soy artista que no ha recibido reconocimiento por mis pinturas, ni las he vendido, por lo tanto yo soy grandioso.

Dos cientos han pasado desde el surgimiento de la homeopatía y todavía seguimos esperando que el tiempo le dé la razón a los homeópatas. Mientras tanto, los avances en el entendimiento de las enfermedades, los progresos en terapéutica y cirugía, y la prolongación de la duración y calidad de vida por parte de la así llamada medicina alopática han sido espectaculares.

El verdadero escéptico se enorgullece de la mentalidad cerrada cuando se lo encara con absurdas afirmaciones y aserciones que se contraponen a las leyes de la termodinámica, o niegan el progreso en todas las ramas de la física, la química, la fisiología, y la medicina.

Si uno tiene la mente demasiado abierta, se corre el riesgo de que se nos escurra el cerebro. Los autores afirman: nuestros cerebros son órganos demasiado preciosos como para arriesgarlos de esta manera, y nuestras mentes están tan apretadamente cerradas cuando se les pide que consideren a la homeopatía como algo más que un simple placebo puesto en acción por algún agencioso médico que cuenta con tiempo de sobra para platicar y entretener a sus pacientes.

¿Qué tiene de malo en ofrecer placebos (sin dejarlo entrever) para aquel que padece de condiciones auto limitadas? A primera vista, esto parecería algo inocente. No obstante, la autonomía del paciente, un principio básico en el cuidado del enfermo que debe ser promovido y defendido dentro de la responsabilidad de la relación médico-paciente, se ve menoscabada, limitada o restringida, cuando un médico, de manera engañosa, aplica un placebo sin informarle a su paciente de tal hecho. El derecho a tomar decisiones informadas es algo que le ha sido negado al paciente, cuando el placebo es el instrumento terapéutico.

A diferencia, y a parte de los asuntos teológicos, y en contraste con ellos, cuando se abre la puerta a la irracionalidad, o a la medicina irracional, lo que se consigue con ello, es contaminar negativamente la mente de las personas. Si no se pone un límite a la cada vez mas pomposa y creciente auto estima de la homeopatía, pronto veremos a esta “disciplina” incursionando en ámbitos más complejos y serios que simples enfermedades auto limitadas o triviales. Ya existen reportes de que en ciertos sitios, la audacia de los homeópatas ha llegado al punto de ofrecer vacunas y tratamientos profilácticos para la malaria o el SIDA o ciertos cánceres, a través del uso de agüitas diluidas e inyecciones milagrosas de ozono u otro adefesio, En Ecuador hay médicos audaces y temerarios que intercalan, mezclan y combinan la charlatanería de la homeopatía con prácticas médicas alopáticas. Charlatanes con cartón, que convencen al incauto con sus palabras dulces. Engañan hasta al paciente educado con ideas tales como que homeopatía es sinónimo de "natural". La gente se olvida que los que practicamos medicina seria, abogamos por esas mismas prácticas "naturales" de vida saludable en todos nuestros pacientes: Dieta sana y equilibrada, ejercicio, eliminación de excesos y vicios, mantención de un peso adecuado, evitar en la medida de lo posible el consumo de fármacos. No obstante, sabemos que muchas veces esos ideales de la homeopatía no son suficientes, o son inaplicables en ciertas personas, por lo que se debe recurrir a otro tipo de ayuda, como son los exámenes de laboratorio, fármacos respaldados con estudios científicos y probados efectivos luego de exhaustivas evaluaciones en animales y en el laboratorio, terapias, cirugías e intervenciones.

Talvez sea por el infausto y orgiástico amancebamiento entre la situación económica, la ignorancia, el oportunismo, falta de controles y la escasa o nula legislación sobre mala práctica médica, que la homeopatía ha florecido robustamente en nuestros países, en donde los medicamentos son costosos y hasta suntuosos; en donde los exámenes, tratamientos, intervenciones y cirugías están limitados a los que poseen recursos económicos; en donde la viveza criolla se pone en juego en las acciones de estos curanderos, y las víctimas son los pacientes; en dónde un paciente opta por las "hierbitas" o los tratamientos homeopáticos, por ser estos más baratos y porque no involucran costosas, pero efectivas medicinas. La charlatanería tiene cabida y buena acogida entre las mentes simplonas. Confiar en que únicamente la madre naturaleza y un espíritu positivo vayan a sanar las patologías médicas, es bastante ingenuo. Existen problemas médicos que son auto limitados, y que hagamos lo que hagamos, van a durar un tiempo determinado, y luego se irán por si solos. En esos casos, la homeopatía tiene cabida, pues su función será la de entretener al paciente hasta que este se cure por sí mismo.

La medicina no es perfecta, pero su accionar y principios han evolucionado conjuntamente con la humanidad. Comenzó siendo un arte practicado de forma empírica por buenos intencionados, que "creían" que tal o cual cosa o acción, de pronto funcionaría, (de hecho funcionaba unas veces, y otras no, como cuando se descubrió que se podían realizar transfusiones de sangre.) Inició de manera fortuita y audaz, aplicando el principio de prueba/error, es decir, intentemos esto, para ver que pasa, y si funciona, lo aplicamos a otros. Comenzó de forma primitiva, utilizando hierbas y plantas, que luego pasaron a ser infusiones. De ahí se aprendió que tal o cual planta tiene ciertas propiedades que corrigen, mejoran o curan una dolencia en particular. La curiosidad científica llevó al hombre a preguntarse si toda la planta o algún elemento en particular, es el que producía el efecto terapéutico. Y así, se llegó a aislar el principio activo, y luego se aprendió a sintetizarlo y modificarlo, para finalmente concluir con el uso de dosis específicas de dicho ingrediente. No es lo mismo llenar el tanque del auto con petróleo, que usar gasolina. De igual modo, no es lo mismo hacer una infusión de Papaver somniferum para lograr una tintura de Opio para tratar el dolor, la misma que contiene una mezcla de cantidades no establecidas de morfina, codeína y otros opioides, que recetar morfina pura en una cantidad exacta, con lo cual se pueden detectar y controlar sus efectos primarios y secundarios, así como las sobredosis.

Dirán otros: Pero en la China, por ejemplo, la mayoría de la gente se cura con hierbitas y acupuntura. Es cierto, la mayoría de la gente acude a estos remedios, (nadie sabe si en realidad se curan) pues los fármacos serios y los tratamientos sustentados en lo científico, simplemente son inalcanzables para la mayoría y se tornan en cosas de otro mundo. Nadie nos cuenta con estadísticas en las manos, si en realidad esos tratamientos milenarios son eficaces o no; si en realidad curan o simplemente emboban a la gente con un manto de placebo. Nadie nos cuenta, que la mayoría de la gente en China acude a estos remedios por falta de otras alternativas, que en muchos casos son limitadas y costosas. Nadie nos cuenta que resulta absurdo creer que una hierbita o uno de estos tratamientos es muy bueno para una gama extensa de males. Ninguno de los que abogan por estos remedios, se atreve a contrastarlos con los tratamientos médicos sustentados en estudios científicos. En China viven mil trescientos millones de personas. Si todos los habitantes de China decidiesen tomar una aspirina al mismo tiempo, no habría suficientes pastillas en el mercado para abastecer la demanda. Ahora imaginemos enfermedades y dolencias que, en su gran mayoría afectan solamente a un pequeño grupo poblacional, pues no todos padecen del mismo problema, ni todos lo padecen al mismo tiempo; las medicinas, exámenes y tratamientos específicos para algún tipo de enfermedad en particular, son limitados. No hay quien produzca más de la cuenta de ciertos medicamentos, o genere en exceso equipos o maquinarias necesarias para atender el problema en cuestión. ¿Qué le queda entonces como recurso a una gran masa de población, ante estas limitaciones impuestas, no por el mercado, sino por las necesidades y el pragmatismo? Obviamente, volcarse a, y pasar a depender de enfoques alternativos, más baratos y asequibles en cualquier tienda o kiosco. La homeopatía es una respuesta escueta, burda y simplona a estas necesidades humanas.

*Se dice que es aparentemente inocuo, pues su probidad no ha sido confirmada o descartada por estudio científico alguno. Incluso elementos inocuos como un poco de agua o unos cristales, pueden resultar deletéreos en casos médicos en los que el agua o el uso de dichos cristales mágicos es impuesto por encima de medidas mas drásticas y concretas. Por ejemplo, un paciente con síntomas vagos de dolor de pecho que en realidad está siendo víctima de un ataque cardíaco, pero que se manifiesta de forma atípica, puede resultar seriamente afectado y hasta morir, por recibir un poco de aguas medicinales, o la exposición a materiales cargados de "energías multicolores", en lugar de ser tratado adecuadamente, para evitar que el daño cardíaco progrese.








jueves, 5 de noviembre de 2009

Estado de Derechos

José Valencia, diplomático cauto pero que simpatiza con la revolución ciudadana, hace un análisis en el que contrasta el enunciado constitucional de que el Ecuador es un "Estado de Derechos" con los postulados generales y universales de derechos humanos, y las bondades que este contraste supone para nosotros.

Dijo otro editorialista hace algunos días. La constitución del 2008 durará lo que dure la revolución ciudadana. Es decir, tiene una fecha de expiración. Y esto es muy cierto, porque el documento en cuestión es una obra de mediocridad supina, de una miopía impresionante y sobre todo porque está cargada de cálculos políticos orientados a sostener a un grupo específico en el poder.

Dice Valencia:

Los derechos humanos y el Estado de derechos

Publicado el 29/Octubre/2009 | 00:07

jvalencia@hoy.com.ec

La Constitución de Montecristi instauró el Estado de derechos en el Ecuador. Los principios que configuran esta clave noción constitucional, analizada con solvencia teórica por Ramiro Ávila (Desafíos constitucionales – La Constitución ecuatoriana del 2008 en perspectiva), deben guiar en los años venideros la gestión pública en sus distintas facetas, entre las cuales se cuenta la política internacional del país. Si la política exterior de una nación es idealmente la manifestación de sus intereses, carácter político y valores, el Estado de derechos proclamado en la Constitución ecuatoriana debe tener una expresión en la política internacional del país, materializarse en una labor proactiva en materia de derechos humanos.

Para llevar a la práctica esa gestión proactiva, nuestro país tiene ante sí tres campos primordiales de acción: el sistema de la ONU, cuyo órgano especializado es el Consejo de Derechos Humanos y sus mecanismos; los comités de seguimiento de los tratados internacionales y regionales; y el sistema interamericano de derechos humanos (Comisión y Corte Interamericana).

Los foros e instituciones que integran dichos campos trabajan sobre la base de agendas que se han configurado en atención a requerimientos y dinámicas globales: derechos civiles y políticos; garantías de la mujer, las minorías y grupos vulnerables; la aplicación de los DESC (derechos económicos, sociales y culturales); la atención a situaciones de países donde existen abusos sistemáticos de garantías fundamentales; el avance de los derechos de tercera y cuarta generación; etc.

La política internacional del Ecuador en materia de derechos humanos debe referirse a tales campos y sus agendas. Diseñar actividades, establecer prioridades y ejecutar la gestión exterior de tal manera de aportar desde la lógica del Estado de derechos y de la experiencia nacional, a los debates, el desarrollo normativo y el posicionamiento internacional de nuevos temas o enfoques en derechos humanos.

A primera vista parecería una labor casi automática el proyectar a la esfera externa los principios del Estado de derechos. En las relaciones internacionales –y el área de derechos humanos no es una excepción– los principios cuentan en las posiciones que adopta un país, pero también existen otros factores que influyen en el diseño de una política exterior, la cual engrana un complejo libreto de intereses, principios y compromisos con otras naciones. Esta realidad sin duda pondrá al Ecuador, incluso con su calidad de Estado de derechos, ante concretos dilemas en su política internacional sobre derechos humanos.

Dilemas tales como de qué manera actuar frente a violaciones de derechos humanos no solo en países con realidades lejanas, sino en naciones con las que haya empatía política o intereses económicos comunes; o cómo defender derechos innovadores, como los colectivos o los que se reconocen a la naturaleza, frente a naciones en desarrollo o desarrolladas que no comparten tales enfoques; o de qué forma votar en foros como el Consejo de Derechos Humanos, donde en muchos casos el pronunciamiento de los países no se sustenta solamente en los hechos y la ley internacional, sino en cálculos y concesiones políticas de distinto orden.


Hay que enfatizar: Estado de DERECHOS y no Estado de DERECHO, sin la S al final. El editorialista, gran amigo de Ramiro Avila, (subsecretario de justicia) no se equivocó en la escritura. Una simple letra marca una gran diferencia, no solo semántica, sino conceptual.

El DRAE en su vigésima tercera edición hace una extensa definición de la palabra DERECHO:

derecho, cha.

(Del lat. directus, directo).


1. adj. Recto, igual, seguido, sin torcerse a un lado ni a otro. Esta pared no está derecha.
2. adj. Justo, legítimo.
3. adj. Fundado, cierto, razonable.
4. adj. directo (‖ que va sin detenerse en puntos intermedios). Id derechos al asunto.
5. adj. Dicho de una parte del cuerpo humano: Que está situada en el lado opuesto al del corazón. Los diestros utilizan la mano derecha.
6. adj. Que está situado en el lado opuesto al del corazón del observador.
7. adj. Que cae hacia la parte derecha de un objeto. El jardín que hay a la parte derecha de la casa.
8. adj. Dicho de lo que hay en una cosa que se mueve: Que está en su parte derecha o cae hacia ella, según el sentido de su marcha o avance. El faro derecho del autobús. La orilla derecha del río.

9. m. Facultad del ser humano para hacer legítimamente lo que conduce a los fines de su vida.
10. m. Facultad de hacer o exigir todo aquello que la ley o la autoridad establece en nuestro favor, o que el dueño de una cosa nos permite en ella.
11. m. Facultades y obligaciones que derivan del estado de una persona, o de sus relaciones con respecto a otras. El derecho del padre. Los derechos humanos.
12. m. Justicia, razón.
13. m. Conjunto de principios y normas, expresivos de una idea de justicia y de orden, que regulan las relaciones humanas en toda sociedad y cuya observancia puede ser impuesta de manera coactiva.
14. m. Ciencia que estudia estos principios y preceptos.


15. m. Exención, franquicia, privilegio.
16. m. Lado de una tela, papel, tabla, etc., en el cual, por ser el que ha de verse, aparecen la labor y el color con la perfección conveniente.
17. m. Cantidad que se paga, según un arancel, por la utilización de cosas o servicios de una administración pública, corporativa o privada. U. m. en pl. Derechos aduaneros.
18. m. p. us. Sendero, camino.
19. adv. m. derechamente.
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Aún para quienes no somos sabios en cuestiones legales, esa diferencia nos crea muchas dudas. Decir que el Ecuador es un "Estado de Derecho", (cosa que fue removida y cambiada en la actual mamarrachada de constitución) implica un concepto mas amplio y general que el decir que es un "Estado de Derechos".

En otras palabras, el "estado de derechos" implica que solo aquellos explícitamente mencionados en el mamotreto aquel que viene de Montecristi, son los que se pueden respetar y hacer respetar. En cambio, si nos referimos a "estado de derecho" lo que se quiere significar, es que el derecho (las leyes en general, -incluídos los derechos- su estudio, su ejecución, cumplimiento, modificación y adaptación) es de uso general. Es por eso que se hizo lo imposible para tratar de aglutinar y atiborrar en un solo panfleto todos los derechos que se les pudo ocurrir, lo cual a su vez generó omisiones y contradicciones crasas, demostrando así la carente noción de que una constitución debe ser un documento general, una estructura básica de soporte (un esqueleto) y no un abultado código, cargado de ornamentales letanías, ambiguedades, cacofonías de género que demuestran la novelería progre, y absurdos irrealizables. Sería bueno que los de izquierda nos expliquen un poco mas las diferencias entre estado de derecho y el estado de derechos.

El "Estado de Derecho" reivindica la institucionalidad, el "Estado de Derechos" la menoscaba y hasta fomenta su desintegración. En un "Estado de Derecho" la defensa, promoción, fomento y ejecución del mismo están garantizados por las diferentes instituciones o poderes del estadom. En el "Estado de Derechos" éstos los garantiza quien quiera que ostente el poder y quedan supeditados a los humores de tal persona o grupo de personas; además esas garantías, en el mejor de los casos, se limitan a los derechos que fueron explícitamente enunciados en el bodrio aquel, pues el carácter general ha sido sustituido por uno particular y puntual.

Esta es otra evidencia mas, de que debemos, por todos los medios buscar nuestro posicionamiento en el segundo lugar de la estupidez humana. Mención honoris causa a los intelectuales detrás del adefesio ese.

jueves, 8 de octubre de 2009

Influenza A/H1N1

Si alguna vez en la vida he decidido ser prudente, esa es hoy. Como médico entiendo los riesgos y beneficios de cualquier tipo de inmunización, y más aún, aquellos que están vinculados de cerca con las inmunizaciones para la Influenza (Gripe).

El video que presento a continuación, me parece lo más sensato y objetivo. Quiero, por lo tanto, dejar en manos de cada quien la derivación de las conclusiones a las que se pueda llegar una vez visto todo el video.

Mi postura personal y profesional ante la disyuntiva de si debo recibir o recomendar la vacuna del virus A/H1N1, y de si debo o no procurársela a mi esposa y a mis hijos es ambigua. Debo admitir que tengo muchas incertidumbres. Por un lado, he visto personalmente, como médico, casos muy serios y fatalidades debidos a esta enfermedad en si. Ante la presencia de ellos, realmente ha despertado temor en mi dicho virus. Los casos que he visto y los que he diagnosticado, han sido plenamente identificados y confirmados como positivos para el diagnóstico de “influenza porcina”, (“swine flu”) o virus A/H1N1. He visto morir a 2 personas a causa confirmada de este virus.

Temo que, por mi profesión, me contagie y al mismo tiempo yo contagie a los míos, con este virus. Ese temor me hace ver en la vacunación una especie de alivio, esperanza, aliento y respaldo ante la angustia que causa imaginar lo que puede hacer esta enfermedad.

Por otro lado, como médico también, he visto, diagnosticado y constatado la gravedad y seriedad de algunas de las complicaciones que se pueden dar por el uso de vacunas con virus atenuados, como lo es la novísima vacuna del virus A/H1N1. Específicamente el síndrome de Guillán-Barré, que es algo muy serio y preocupante. Una peligrosa complicación de estas vacunas.

Por lo tanto, cual Hamlet, me encuentro hoy, con profunda introspección, encarando esta dicotomía: ¡Vacunar o no Vacunar. Esa es la cuestión!

Recomiendo ver el video completo; y una vez mas, dejo al criterio de cada quien las conclusiones que se puedan sacar del mismo.

[Ojo: yo SI recomiendo la vacunación contra la "inlfuenza común" o "seasonal influenza"]

CAMPANAS POR LA GRIPE A from ALISH on Vimeo.



Confirmando lo que se dice en el video (ver numerales 5 y 7)

http://www.cdc.gov/vaccines/pubs/vis/downloads/vis-laiv-h1n1.pdf

http://www.cdc.gov/vaccines/pubs/vis/downloads/vis-inact-h1n1.pdf

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http://www.fda.gov/BiologicsBloodVaccines/Vaccines/ApprovedProducts/ucm181950.htm
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Acerca del caso de Baxter Pharmaceuticals y la insólita mezcla de virus atenuados de la Influenza común y de la letal gripe Aviar

http://www.opednews.com/articles/Still-Think-They-re-Not-Tr-by-Mr-M-090305-202.html

http://www.ctv.ca/servlet/ArticleNews/story/CTVNews/20090227/Bird_Flu_090227/20090227?hub=Health

http://www.bloomberg.com/apps/news?pid=newsarchive&sid=aTo3LbhcA75I

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Sumak Kawsay

Introducción

Algún tiempo atrás conversaba con un doctor en leyes, especializado en las yonis en cuestiones de derechos humanos. Hombre culto, viajado, refinado y muy letrado, diría que hasta docto en su ramo. Su conversación es amena y ligera, cargada de preguntas abiertas y aparentemente inocentes; es prudente y prescinde del uso de epítetos. Es incuestionablemente auténtico y libre de muchos atavismos de esta sociedad. Va al trabajo en bicicleta y corre la Ultimas Noticias regularmente.

No obstante, mi amigo, es también uno de esos biempensantes que actualmente colaboran con la robo-lución ciudadana. Convencido aún, de que ésta, –la tal revolución- es la oportunidad de la vida, para emprender en la cruzada final a favor de los pobres y de los miles de derechos humanos que, alegóricamente, fueron plasmados en la sábana aquella, el engendro de Montecristi. Es mi amigo, un Jesucristo de escritorio más, de aquellos que, desde la comodidad de su púlpito y sus lecturas, recomiendan, redactan, crean y pregonan las leyes que facultan y obligan al estado a conducirnos por el camino en el que seamos mas humanos, mas justos y para que los ecuatorianos nos elevemos en la concreción del Sumak Kawsay (“el buen vivir”)

Un día playero, leyendo a la prensa corrupta, hablaba con él sobre los recientes ajusticiamientos a manos de los indígenas. Le comentaba que los organismos de derechos humanos, sus personeros y aficionados, siempre brillan por su ausencia (no en el momento en sí de los hechos, sino luego, para demandar por los derechos humanos pisoteados) cuando ocurren casos de inmolaciones o piras humanas, azotes y castigos propiciados por los indígenas a personas de su propia etnia así como a mestizos. Le comentaba que la justicia y las leyes del Ecuador deberían ser iguales para todos, y que esos ajusticiamientos y linchamientos debían ser impedidos y sus autores, cómplices y encubridores, castigados por las leyes que rigen nuestro país.

Mi enjuto, pero atlético amigo abogado me platicaba que en las legislaciones modernas, se contempla el respeto a las leyes de los pueblos indígenas y a la autonomía de éstos de ponerlas en práctica. Me decía que era incorrecto imponer al indio las leyes del blanco-mestizo, pues ellos tienen un “sistema de justicia consuetudinario milenario”.

¿El cual se basa en? Pregunté.

Me dijo que la tendencia moderna, en cuestión de derechos, es permitir que otras culturas y etnias no solo sobrevivan y preserven sus valores y costumbres, sino que se mantengan vigentes y puras de contaminaciones externas. Dijo también que había que procurar que los pueblos y etnias mantengan su identidad y leyes consuetudinarias y que no era correcto que éstas se vean, adulteradas, modificadas o absorbidas por el mundo occidental, por una mayoría mestiza. Me aseguró que cualquier acto que apunte en esa dirección es considerado como una forma fomentar el etnocidio. Aseveró que la desaparición de una etnia o pueblo por el camino de la extinción de sus particularidades y peculariedades; por la alienación y por el acoplamiento/incorporación de ésta al resto de la sociedad, es una cuestión execrable.

Dijo también que los actos de linchamiento o de inmolaciones humanas eran considerados como crímenes comunes y que esos si deberían ser encausados dentro de la justicia ordinaria. No obstante, dijo que otras cuestiones podían ser dirimidas por la comuna bajo sus propias leyes, y que interferir en ellas, era atentar contra la pureza y autenticidad de dicha etnia o grupo étnico. Pese a esto, no obtuve una respuesta clara cuando yo pregunté si los principios básicos de los derechos humanos, de los cuales el Ecuador es signatario, se aplicaban o se debían aplicar o no, en su totalidad, y si se los podía imponer dentro de dichas etnias. Hasta ahora ningún biempensante de similar laya me ha podido responder adecuadamente a esta pregunta, sobre todo, cuando uso ejemplos específicos, distintos a los linchamientos y hogueras humanas.

Por ejemplo, es bien conocido entre nuestros indios que el esposo tiene la potestad de darle un par de “guantazos” a su mujer cuando tienen alguna discusión. “Marido es, y para eso está, pa’ que pegue” sostienen las mujeres indígenas. Querer cambiar esa ancestral mentalidad, sería, según la propia lógica de los biempensantes, un atentado en contra de una de esas bien establecidas cuestiones "consuetudinarias" de tradicional raigambre, y que rigen y dinamizan la cotidiana vida de los indígenas.

Querer imponer derechos de la mujer en comunidades y etnias de profundo y arraigado machismo, equivaldría a adulterar su naturaleza, su autenticidad. Lo irónico de esto, es que muchos de estos grupos humanos están basados en estructuras matriarcales poderosas, pero que al mismo tiempo no solo que permiten, sino que abonan y promueven el machismo. La violación de niñas menores, por ejemplo, no es considerada como un crimen de mayor significancia, comparado con el hurto. (Acápite aparte, los indios castigan furiosamente a quien robe, haya o no haya sangre y semen de por medio, es decir, no hacen distinción entre robo y hurto, como si lo hacen los iluminados de la robo-lución.) Un hombre adulto puede, eso si, “robarse” a una menor de edad que se encuentre "madurita", y convertirla en su pareja a la fuerza o a fuerza de engaños o convencimientos. Mientras tanto, la comunidad indígena no se inmuta mayormente. A lo mucho, en alguna ocasión se pide un cierto resarcimiento material por situaciones concomitantes al suceso, pero dicho crimen per se, no es juzgado como tal por los indios. El estupro, ni siquiera se sabe qué es eso. Forzar a la esposa de uno a tener relaciones, simplemente es un gaje del oficio. El adulterio, poca connotación. La homosexualidad es motivo de ostracismo. ¿Qué dicen al respecto los valientes defensores de los derechos humanos?

Nos topamos entonces, con grandes contradicciones, que nos hacen plantearnos serios cuestionamientos.

¿Respetamos o no la autodeterminación de los pueblos autóctonos paralelamente o al margen de las leyes oficiales? ¿Hasta dónde se puede dejar de intervenir? ¿Hasta dónde llega la injerencia del derecho consuetudinario, y dónde podría o debería empezar el derecho común? ¿Quién determina (y cómo se estructura) el derecho consuetudinario de los indios? ¿A qué costumbres ancestrales debemos remontarnos o se remontan los indios de hoy, para imponer su justicia? ¿A las de los incas, de los aztecas, o a las de las innumerables tribus y etnias indígenas prehispánicas que fueron sometidas por los propios incas o aztecas? ¿Se seguirá obrando, dentro de las comunas indígenas, en base a los humores y jugos gástricos del chamán, brujo o concejo de ancianos de turno? ¿No son los indios personas que viven dentro del mismo territorio ecuatoriano, y por ende son y están sujetos a las mismas leyes? ¿Por qué existen ahora en el Ecuador, por ley, dos tipos de ciudadanos, los indios con sus propias “milenarias” leyes consuetudinarias, muchas de ellas añejadas ayer y cosechadas hoy, y el resto de ecuatorianos? ¿Si los indios son autónomos en su forma de justicia, por qué entonces, el mestizo y el blanco, con sus leyes, deben atender las necesidades de dichas poblaciones? ¿Por qué no, entonces, ubicar a los indios en sendas reservas, para que vivan y existan a su manera, alejados del resto de los ecuatorianos?

Es cierto, el indio, desde que la aristocracia criolla buscó independizarse de la corona española, ha sido objeto de explotación, abuso, maltrato, negligencia y olvido en el Ecuador. Pero eso no justifica que, de oprimidos se tornen en privilegiados, y que el resarcimiento se torne en actos detrimentales para otros. Lo que se necesita es una ejecución de la ley de manera eficaz y ciega; objetiva y rauda; pragmática y realista.

Pese a lo dicho, los paladines de los DDHH se oponen a que al indio se lo someta a la ley del mestizo. ¡Horror! ¿Cómo se le puede ocurrir a alguien querer implantar en estas tribus, etnias, pueblos autóctonos, un sistema escrito de justicia, -léase forma de pensar- o al menos, exigirles que pongan por escrito y bien claro sus consuetudinarias leyes,para confrontarlas o contrastarlas con las leyes ordinarias?

Afirman (los de los DDHH) que eso es atentar contra la esencia misma de estos grupos humanos y fomentar su futura desaparición por efecto del acoplamiento, absorción, incorporación y adaptación al globalizado mundo. ¡Etnocidio, etnocidio! Gritan los abogados y monjes de los derechos humanos. Por otro lado, estos “pragmáticos seres” aunque en la teoría se llenan la boca de derechos y de igualdades, sin embargo, lo primero que fomentan es desigualdades dentro de una sociedad, al promover privilegios sustentados en raza, credo y género, condición minoritaria o erradas preconcepciones históricas. ¿Cómo entenderlos?

Sumak Kawsay

Sumak=bueno, buena, bien.
Kawsay=vida.

Por lo tanto, “sumak kawsay” debería significar “buena vida” o “vida buena”. Sin embargo, los trasnochados esos, decidieron traducirlo como: “buen vivir”.

El “buen vivir”. ¿Quién puede definirlo? ¿Cómo concretar dicho objetivo? Esta es una de esas dulzuras de la actual constitución que vienen cargadas de la mas fina y sublime estupidez. Un verdadero onanismo mental. Un completo pleonasmo.

Por dárselas de noveleros, fuleros, modernos, bacanes, de “avant garde”; por creer que se está al día, e incluso a la vanguardia en materia de derechos, se incluyó en la mamarrachada aquella, que fue modificada incluso horas antes de ser sometida a referéndum, la idea del “Sumak Kawsay, pomposamente mentado en este adefesio final, al que llaman constitución.

Sin embargo, nadie se tomó la molestia de explicarnos en qué consiste eso del buen vivir. Y no creo que haya sido por falta de papel, espacio o tiempo, pues los levantamanos se prorrogaron en sus funciones, no escatimaron en labia y letanías, no se ahorraron las inútiles cacofonías y tautologías de género y hasta permitieron que emisarios y comedidos incluyan lo que les parezca en tal elongado pasquín.

Algunos, un poco mas astutos dicen que el buen vivir se basa en la armonía en la cual conviven y comulgan los indígenas de la patria con la naturaleza, (¿miseria, sitios polvorientos, hambre, ignorancia, analfabetismo, insalubridad acaso?) Hay 4 regiones geográficas en Ecuador. ¿Se entiende por lo tanto que existen 4 Sumak Kawsays básicos? Los más avezados, sostienen que es el ideal que se debería perseguir. Anhelar a vivir como nuestros antepasados indígenas, que moraban estas tierras en supuesta paz y armonía, haciendo uso de la naturaleza de la manera más ecológica posible, sin hacer daño a la Pacha Mama… y todo un bla-bla-bla de lo que estos sujetos creen que era la vida del indio antes de la llegada de los españoles. (Nota aparte: Por fortuna estos verdosos intelectuales son biodegradables)

Según nos dan a entender, cosa que no la pusieron por escrito, es la persecución de una forma de vida bastante parca, circunspecta, sobria, y sobre todo ascética (por eso de que nos va a tocar andar a punta de setas.) Ideas como el lujo, el confort, la variedad, los gustos individuales no tienen cabida en un estado ecuatoriano enmarcado por el frugal buen vivir indígena.

El Sumak Kawsay, según sus ideólogos, es una verbalización de esa trunca aspiración a volver a ser lo que fuimos antes de que los españoles nos conquisten (¿?) Según sus vegetativas mentes, el indio del altiplano vivía en un cuasi paraíso terrenal. A parte del frío de la sierra, todo lo demás era idílico, y así lo fue, hasta que lo “jodieron” los conquistadores. Indios bailando cachunllapis; Guayas y Quil copulando sin cesar, revoloteando en sus ratos libres por las orillas del manso río; los huancavilcas pescando y pescando y comían peces y no pescaban pulmonías.

¡Mentira! El Sumak Kawsay no es factible, primero por la subjetividad que lo embarga, y segundo, porque la supuesta vaporosa e idílica vida de nuestros ancestros indígenas es una patraña de magno calibre. Se sustenta en una falacia de la historia.

Nos cuenta Vittorio Messori:

“[l]a historia es una señora inquietante, a menudo terrible. Desde una perspectiva realista que debería volver a imponerse, habría que condenar sin duda los errores y las atrocidades, (vengan de donde vengan) pero sin maldecir como si se hubiera tratado de una cosa monstruosa el hecho en sí de la llegada de los europeos a las Américas y de su asentamiento. En historia resulta impracticable la edificante exhortación de <>. No es practicable no solo porque de ese modo se negaría todo dinamismo a alas vicisitudes humanas, sino porque toda civilización es fruto de una mezcla que nunca fue pacífica. Sin ánimo de de incomodar a la Historia Sagrada misma, (la tierra que Dios prometió a los judíos no les pertenecía, sino que se la arrancaron a la fuerza a sus anteriores habitantes) las almas bondadosas que reniegan de los malvados usurpadores de las Américas olvidan, entre otras cosas, que a su llegada, aquellos europeos se encontraron a su vez con otros usurpadores. Los imperios de los aztecas y de los incas se habían creado con violencia y se mantenían gracias a la sanguinaria opresión de los pueblos invasores que habían sometido a los nativos a la esclavitud.

A menudo se finge ignorar que las increíbles victorias de un puñado de españoles contra miles de guerreros indios, no estuvieron determinadas ni por los arcabuces, ni por los escasísimos cañones, (que con frecuencia resultaban inútiles en aquellos climas porque la humedad neutralizaba la pólvora) ni por los caballos (que en la selva no podían ser lanzados a la carga.)

Aquellos triunfos se debieron sobre todo al apoyo de los indígenas oprimidos por los incas y los aztecas. Por lo tanto, mas que como usurpadores, los ibéricos fueron saludados en muchos lugares como liberadores. Y esperemos ahora a que los historiadores iluminados nos expliquen cómo es posible que en mas de 3 siglos de dominio hispánico, no se produjesen revueltas contra los nuevos dominadores, a pesar de su número reducido y a pesar de que por este hecho estaban expuestos al peligro de ser eliminados de faz del nuevo continente al mínimo movimiento. La imagen de la invasión de América del Sur desaparece de inmediato en contacto con las cifras: en los cincuenta años que van de 1509 a 1559, es decir, en el período de la conquista desde la Florida al estrecho de Magallanes, los españoles que llegaron a las Indias Occidentales fueron poco mas de quinientos (¡sí, sí, quinientos!) por año. En total 27,787 personas en ese medio siglo.

Volviendo a la mezcla de pueblos (1) con los que es preciso hacer las cuentas de un modo realista, no debemos olvidar, por ejemplo, que los colonizadores de América del Norte provenían de una isla que a nosotros nos resulta natural definir como anglosajona. En realidad, era de los britanos, sometidos primero por los romanos y luego por los bárbaros germanos –precisamente los anglos y los sajones- que exterminaron a buena parte de los nativos y a la otra la hicieron huir hacia las costas de Galia donde, después de expulsar a su vez a los habitantes originarios, crearon la que se denominó Bretaña. Por lo demás, ninguna de las grandes civilizaciones, (ni la egipcia, ni la romana, ni la griega, sin olvidar nunca a la judía) se crearon sin las correspondientes invasiones y las consiguientes expulsiones de los primeros habitantes. Por lo tanto, al juzgar la conquista europea de las Américas será preciso que nos cuidemos de la utopía moralista a que le gustaría una historia llena de reverencias, de buenas maneras (2), y de "faltaba más, usted primero"

Como escribió Jean Dumont, otro historiador contemporáneo: "Si, por desgracia, España (y Portugal) se hubieran pasado a la Reforma, si se hubieran vuelto puritanas y hubieran aplicado los mismos principios que los colonos de América del Norte, (“lo dice la Biblia, el indio es un ser inferior, un hijo de Satanás”) un inmenso genocidio habría eliminado de América del Sur a todos los pueblos indígenas. Hoy en día, al visitar las pocas “reservas” de México a Tierra del Fuego, los turistas tomarían fotos a los supervivientes, testigos mudos de la matanza racial, llevada a cabo además sobre la base de motivaciones “bíblicas”"

Efectivamente, las cifras cantan: mientras que los pieles rojas que sobreviven en América del Nortes son unos cuantos miles, en la América ex española y ex portuguesa, la mayoría de la población o bien es de origen indio o es fruto de la mezcla de precolombinos con europeos y, (sobre todo en Brasil) con africanos.

Leyenda negra 2

La cuestión de las distintas colonizaciones de las Américas (la ibérica y la anglosajona) es tan amplia, y son tantos los prejuicios acumulados, que sólo podemos ofrecer algunas observaciones. Volvamos a la población indígena, tal como señalamos prácticamente desaparecida en los Estados Unidos de hoy, donde están registradas como «miembros de tribus indias» aproximadamente un millón y medio de personas. En realidad, esta cifra, de por sí exigua, se reduciría aún más si consideramos que para aspirar al citado registro basta con tener una cuarta parte de sangre india.

En el sur la situación es exactamente la contraria; en la zona mexicana, en la andina y en muchos territorios brasileños, casi el noventa por ciento de la población o bien desciende directamente de los antiguos habitantes o es fruto de la mezcla entre los indígenas y los nuevos pobladores. Es más, mientras que la cultura de Estados Unidos no debe a la india más que alguna palabra, ya que se desarrolló a partir de sus orígenes europeos sin que se produjese prácticamente ningún intercambio con la población autóctona, no ocurre lo mismo en la América hispano-portuguesa, donde la mezcla no sólo fue demográfica sino que dio origen a una cultura y una sociedad nuevas, de características inconfundibles.

Sin duda, esto se debe al distinto grado de desarrollo de los pueblos que tanto los anglosajones como los ibéricos encontraron en aquellos continentes, pero también se debe a un planteamiento religioso distinto. A diferencia de los católicos españoles y portugueses, que no dudaban en casarse con las indias en las que veían seres humanos iguales a ellos, a los protestantes (siguiendo la lógica de la que ya hemos hablado y que tiende a hacer retroceder hacia el Antiguo Testamento al cristianismo reformado) los animaba una especie de «racismo» o al menos, el sentido de superioridad, de «estirpe elegida», que había marcado a Israel. Esto, sumado a la teología de la predestinación (el indio es subdesarrollado porque está predestinado a la condenación, el blanco es desarrollado como signo de elección divina) hacía que la mezcla étnica e incluso la cultural fueran consideradas como una violación del plan providencial divino.

Así ocurrió no sólo en América y con los ingleses sino en todas las demás zonas del mundo a las que llegaron los europeos de tradición protestante. El apartheid sudafricano, por citar el ejemplo más clamoroso, es una creación típica y teológicamente coherente del calvinismo holandés. Sorprende, por lo tanto, esa especie de masoquismo que hace poco impulsó a la Conferencia de obispos católicos sudafricanos a sumarse, sin mayores distinciones ni precisiones, a la Declaración de arrepentimiento» de los cristianos blancos hacia los negros de aquel país. Sorprende porque aunque por parte de los católicos pudo haber algún comportamiento condenable, digno comportamiento, al contrario de lo ocurrido en el caso protestante, iba en contra de la teoría y la práctica católicas. Pero da igual, hoy por hoy, parece ser que existen no pocos clericales dispuestos a endilgarle a su Iglesia culpas que no tiene.

Las formas de conquista de las Américas se originan precisamente en las distintas teologías: los españoles no consideraron a los pobladores de sus territorios como una especie de basura que había que eliminar para poder instalarse en ellos como dueños y señores. Se reflexiona poco sobre el hecho de que España (a diferencia de Gran Bretaña) no organizó nunca su imperio americano en colonias, sino en provincias. Y que el rey de España no se ciñó nunca la corona de emperador de las Indias, a diferencia de cuanto hará, incluso a principios del siglo XX, la monarquía inglesa. Desde el comienzo, y más tarde, con implacable constancia, durante toda la historia posterior, los colonos protestantes se consideraron con el derecho, fundado en la misma Biblia, de poseer sin problemas ni limitaciones toda la tierra que lograran ocupar echando o exterminando a sus habitantes. Estos últimos, como no formaban parte del «nuevo Israel» y como llevaban la marca de una predestinación negativa, quedaron sometidos al dominio total de los nuevos amos.

El régimen de suelos instaurado en las distintas zonas americanas confirma esta diferencia de las perspectivas y explica los distintos resultados: en el sur se recurrió al sistema de la encomienda, figura jurídica de inspiración feudal, por la cual el soberano concedía a un particular un territorio con su población incluida, cuyos derechos eran tutelados por la Corona, que seguía siendo la verdadera propietaria. No ocurrió lo mismo en el norte, donde primero los ingleses y después el gobierno federal de Estados Unidos se declararon propietarios absolutos de los territorios ocupados y por ocupar; toda la tierra era cedida a quien lo deseara al precio que se fijó posteriormente en una media de un dólar por acre. En cuanto a los indios que podían habitar esas tierras, correspondía a los colonos alejarlos o mejor aún, exterminarlos, con la ayuda del ejército si era preciso.

El término «exterminio» no es exagerado y respeta la realidad concreta. Por ejemplo, muchos ignoran que la práctica de arrancar el cuero cabelludo era conocida tanto por los indios del norte como por los del sur. Pero entre estos últimos desapareció pronto, prohibida por los españoles. No ocurrió lo mismo en el norte. Por citar un ejemplo, la entrada correspondiente en una enciclopedia nada sospechosa como la Larousse dice: «La práctica de arrancar el cuero cabelludo se difundió en el territorio de lo que hoy es Estados Unidos a partir del siglo XVII, cuando los colonos blancos comenzaron a ofrecer fuertes recompensas a quien presentara el cuero cabelludo de un indio fuera hombre, mujer o niño »

En 1703 el gobierno de Massachussets pagaba doce libras esterlinas por cuero cabelludo, cantidad tan atrayente que la caza de indios, organizada con caballos y jaurías de perros, no tardó en convertirse en una especie de deporte nacional muy rentable. El dicho «el mejor indio es el indio muerto», puesto en práctica en Estados Unidos, nace no sólo del hecho de que todo indio eliminado constituía una molestia menos para los nuevos propietarios, sino también del hecho de que las autoridades pagaban bien por su cuero cabelludo. Se trataba pues de una práctica que en la América católica no sólo era desconocida sino que, de haber tratado alguien de introducirla de forma abusiva, habría provocado no sólo la indignación de los religiosos, siempre presentes al lado de los colonizadores, sino también las severas penas establecidas por los reyes para tutelar el derecho a la vida de los indios.

Sin embargo, se dice que millones de indios murieron también en América Central y del Sur. Murieron, qué duda cabe, pero no como para estar al borde de la desaparición como en el norte. Su exterminio no se debió exclusivamente a las espadas de acero de Toledo y a las armas de fuego (que, como ya vimos, casi siempre fallaban), sino a los invisibles y letales virus procedentes del Viejo Mundo. El choque microbiano y viral que en pocos años causó la muerte de la mitad de la población autóctona de Iberoamérica fue estudiado por el grupo de Berkeley, formado por expertos de esa universidad. El fenómeno es comparable a la peste negra que, procedente de India y China, asoló Europa en el siglo XIV. Las enfermedades que los europeos llevaron a América como la tuberculosis, la pulmonía, la gripe, el sarampión o la viruela eran desconocidas en el nicho ecológico aislado de los indios, por lo tanto, éstos carecían de las defensas inmunológicas para hacerles frente. Perro resulta evidente que no se puede responsabilizar de ello a los europeos, víctimas de las enfermedades tropicales a las que los indios resistían mejor. Es de justicia recordar aquí, cosa que se hace con poca frecuencia, que la expansión del hombre blanco fuera de Europa asumió a menudo el aspecto trágico de una hecatombe, con una mortalidad que, en el caso de ciertos barcos, ciertos climas y ciertos autóctonos, alcanzó cifras impresionantes.

Al desconocer los mecanismos del contagio (faltaba mucho aún para Pasteur) hubo hombres como Bartolomé de las Casas figura controvertida que habrá que analizar prescindiendo de esquemas simplificadores que fueron víctimas del equívoco: al ver que aquellos pueblos disminuían drásticamente, sospecharon de las armas de sus compatriotas, cuando en realidad no eran las armas las asesinas, sino los virus. Se trata de un fenómeno de contagio mortífero observado más recientemente entre las tribus que permanecieron aisladas en la Guayana francesa y en la región del Amazonas, en Brasil.

La costumbre española de decir ¡Jesús!, a manera de augurio a quien estornuda, nace del hecho de que un simple resfriado (del cual el estornudo es síntoma) solía ser mortal para los indígenas que lo desconocían y para el que carecía de defensas biológicas.


Entonces, con esta, mas bien compendiosa presentación de historia, vale nuevamente cuestionarse: ¿Qué mismo es el sumak kawsay? ¿A qué sumak kawsay hicieron referencia los levantamanos de Montecristi? ¿Al preincaico, al preazteca, al prehispánico? Como se ha podido observar, los indios de la América precolombina, no vivían precisamente un ambiente propicio para el “buen vivir”. Todo lo escrito aquí, sirve para demostrar las contradicciones de quienes llámanse defensores de los derechos humanos, así como para dejar constancia de la gran calidad y profundidad de la más supina estupidez que acompaña a las palabras huecas y carentes de sentido de nuestra carta magna.

Merecemos, sin lugar a dudas, el segundo lugar en la carrera por la estupidez. Y lo digo con conocimiento de causa, porque como buen ecuatoriano que soy, doy fe de nuestra baja autoestima y por ende, estoy convencido de que algún estúpido especializado en el extranjero, o alguna estupidez foránea, siempre serán considerados superiores a lo autóctono. Y además, estoy seguro de que lograríamos un honroso segundo lugar en la competencia de estúpidos, precisamente por ello, porque somos tan estúpidos. ¡Viva la revolución ciudadana (y los estúpidos que la suscriben)!

(1) Etnocidio, según los entendidos en derechos humanos
(2) Sumak Kawsay de los revolucionario

jueves, 17 de septiembre de 2009

Llevando piñas a Milagros

Para aquellos que no conozcan, Milagros es una ciudad en Ecuador, famosa por su generosa producción de piñas. En Ecuador cuando se quiere hacer énfasis sobre lo absurdo que resulta redundar en algo, o como dicen en otros sitios, llover sobre mojado, se utiliza una famosa expresión que reza así: ¿Para qué llevar piñas a Milagros?

La siguiente, es una carta publicada aquí, aquí, y aquí en la cual se cuestiona al gobierno de la robo-lución ciudadana por traer, con dineros públicos, médicos cubanos, para que "nos den" ayudando con nuestros problemas de salud.

Aquella idea de que la medicina cubana es de tan alto nivel solo cuaja en sitios poblados por gente bastante elemental. Países empobrecidos en los cuales la autoestima es ínfima, lo cubano resulta superior. ¿Cómo puede ser superior al Ecuador la medicina de un país sumido en profunda pobreza, al cual la falta de insumos y materiales es una cuestión crónica? ¿Qué ciencia se puede producir en Cuba sin dinero que la financie? El marketing cubano ha infestado las mentes noveleras y pueblerinas.

En lo personal, yo estaría muy temeroso de irme a hacer atender en Cuba, pues no tengo ninguna garantía de que lo que se vaya a utilizar en mi, no sea algo reciclado, viejo, obsoleto, anticuado o algo que me fanfarronean. Yo no asumo a priori que el nivel médico cubano sea de primera. Simplemente porque gente sin conocimientos médicos me lo diga, yo no me lo trago. Necesito un poco de evidencia en el asunto.

Cuba no tiene acceso a la ciencia de forma libre. ¿Cómo se puede, entonces, esperar que tengan medicina de punta? Lo que si hacen en Cuba, es darle a la gente un placebo muy costoso. Le "meten el dedo" al paciente y le hacen creer que le han dado la panacea. Y como los pacientes-turistas creen que porque les costó un ojo de la cara, entonces debe ser bueno. Les limpian el traserito con pañitos húmedos. Los entalcan, los pasean, les proveen jineteras con diploma médico. Los galenos cubanos se dan por bien pagados si usted les lleva de regalo un poco de jabón, shampoo, pasta de dientes, papel higiénico o desodorante; cualquier chuchería electrónica es una joya, y un poco de chicles norteamericanos, una barra de chocolate son un verdadero "delicatessen".

El gobierno cubano se encarga de chuparle toda la plata al incuato paciente extranjero, mientras lo tiene entretenido con una parranda inolvidable y actos de brujería con matices de sofisticación. Al final del día, los médicos cubanos no han hecho nada diferente a lo que se hace en cualquier otro sitio del mundo en donde se haga medicina de acuerdo a los últimos estándares. No obstante, no se hacen responsables de nada, y usted no les puede demandar por mala práctica médica.

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CARTA:

Si un médico foráneo desease ejercer su carrera en otro país tendría que cumplir con un sinnúmero de requisitos y hacerse merecedor de una licencia que lo faculte para tal. Dudo mucho de que un médico graduado en Ecuador pueda alegremente entrar a Cuba y dedicarse altruistamente a curar cubanos.

Solo en un país como el nuestro, donde la autoestima es misérrima, se pueden dar cosas como que un gobierno con espíritu de tarima, importe galenos cubanos para que vengan a hacer lo que nuestros propios médicos pueden ¿Acaso no existen buenos médicos en  Ecuador? ¿Cuál es el verdadero propósito de traer piñas a Milagro?

Solo en Ecuador, y porque todos nos creemos la mamá de Tarzán, no tenemos instituciones que se dediquen a otorgar licencias para el ejercicio profesional, garantizando a la población que quienes las reciben, cumplen con mínimos estándares académicos y profesionales. Con gritar fuerte o fanfarronear que uno es especialista por haber hecho algún cursillo en el extranjero, ya creemos que es suficiente.

Por eso, médicos cubanos que no han pasado por algún control de calidad académico-profesional en Ecuador, pueden ejercer sus “buenos oficios” sin restricciones ni limitaciones

domingo, 13 de septiembre de 2009

La Familia: pilar de la revolución

No cabe duda de que para la revolución ciudadana, la familia es un eje importante. Tan importante es, que la revolución no escatima esfuerzos por promover el bienestar y prosperidad de sus hijos revolucionarios.

La familia Alvarado es un buen ejemplo de aquello.

Vinicio “Goebbels” Alvarado es el cerebro detrás de la intoxicante y estupefaciente propaganda oficialista. Su omnipotencia es solamente superada por el Omnipotente-Prepotente-Impotente rey de los ecuatorianos. Es tan omnipotente como el amo de los videos clandestinos. Su título oficial es el de Secretario de la Administración Pública y Comunicación. Esa es la figura con la que se le da puesto y salario de ministro.



Fernando Alvarado, el ñañón, actual Secretario de Comunicación, un nuevo ministerio creado recientemente con dedicatoria personal a él y sus servicios de censor y de comunicador de la verdad oficialista. Otro puntal importante en la maquinaria propagandística de este régimen.

Entrambos dirigen sendas agencias de publicidad, que hasta hace 2 años declaraban 0 dólares por concepto de impuestos, y que al cabo de esos dos años ahora declaran cientos de miles de dólares por la misma razón. La razón que no está tan clara es aquella que permita vislumbrar cuál es la gallina de los huevos de oro que los ha convertido en prósperos publicistas. Voces en las tinieblas aseguran que los Alvarado no tienen un solo cliente privado, y que su fortuna se sustenta en la realización de la publicidad gubernamental, otorgada a ellos a dedo.

Taita de estos hermanos, está don Humberto, quien a parte de haberse convertido en gamonal y cacique en la provincia de Los Ríos, posee, curiosamente, radios y TV, las mismas que utiliza para sus personales intereses. ¡Qué raro que no hayan sido objeto de ataques de Correa, por ser medios de comunicación que responden a los intereses personales de su dueño! Ahora el Don, también se ha sumado al coro de levantamanos, y desde ahí seguramente seguirá retroalimentando con infinito amor ese interés de la revolución ciudadana por el bienestar de la familia.

Para culminar con broche de oro, tenemos a la cónyuge del don y mamacita de estos hijos de la revolución, es embajadora de Ecuador en Costa Rica.

Ojalá la revolución permita que cada día mas y mas familias estén al servicio de tan noble causa, y que todo el Ecuador termine siendo una enorme burocracia dorada. Finalmente entiendo ese estribillo de los Alvarado que dice “la patria ya es de todos”

lunes, 7 de septiembre de 2009

Ironías

En el hospital donde trabajo, un gran porcentaje de pacientes son de origen hispano, muchos de ellos no hablan ni jota de inglés. Algunos de mis colegas, hombres de ciencia y brillantes mentes, se sienten frustrados cuando tienen que lidiar con pacientes a los cuales no pueden hacerles llegar el mensaje, debido a la barrera del idioma. Preguntan: ¿Cómo le cuento al paciente lo que tiene y la gravedad de la situación? Hábleles alto y lento, les contesto. La percepción de los gringos es que la gente que no habla su idioma, son una suerte de imbéciles a los cuales simplemente hay que gritarles despacio en inglés, para que entiendan.

Lo irónico del caso es que las dificultades y barreras de comunicación pueden tener serias implicaciones en la salud de los pacientes, y que muchos de ellos, por mas que se les hable en su idioma natal, tampoco entenderán completamente las cosas, ni se darán cuenta de lo afectada que está su salud y que muchas decisiones que ellos tomen, tendrán influencia directa y drástica sobre la misma. El asunto es tan serio, que muchas veces, las fallas terapéuticas, los errores médicos, o el fracaso de los tratamientos, hubiesen podido ser evitados, si tan solo se hubiese contado con una comunicación fluida y eficiente entre el médico y su paciente, seguida de una buena comprensión.

La ironía desenmascara y pone en evidencia la verdadera razón de las cosas. El que un sapo se burle de la boca de un cocodrilo, o que el burro tilde de orejón al conejo, o que el Correa acuse de vulgar a la Laura Bozzo, son ejemplos precisos y claros de lo enfática que es la ironía, y ponen de relieve gestos y actitudes humanas tan despreciables como el cinismo, la falta de vergüenza y de autocrítica.

Burdas frivolidades demuestran que, con la ironía del caso, la verdad salta a la vista. El "diáfano", "respetuoso", "refinado" y "estilizado" presidente de los ecuatorianos, en un flemático arranque de "dignidad", "pulcritud" y de espíritu moralizador, pide al esbirro encargado de “gerenciar” uno de los canales estatales, que saque del aire, por no ser de su gusto –del de Correa-, al programa que conduce una peruana tosca, procaz, ofensiva, vulgar, zalamera, y populachera. El contenido pueblerino de dicho programa, irónicamente, solo abona de manera solapada al estado mental que tanto aqueja a esa gran masa, que, curiosamente conforma la mayoría electoral, y a la cual el puritano Correa pretende defender con sus lamentos y críticas de beata de la Iglesia de la Compañía de Jesús. El de Laura Bozzo, es un programa que despierta una insana morbosidad, alimenta bajos instintos, y se nutre de la novelería propia de mentes simplonas, que están en ese estado por la falta de oportunidades y por la desidia de todos los gobiernos. ¡Oh coincidencia! Son esas mismas mentes quienes votan masivamente por Correa.

La sorprendente acogida, (“rating” para los entendidos) que tiene el programa de Laura Bozzo entre la gran mayoría de televidentes a nivel local (Perú) y a nivel internacional, obedece exactamente a las mismas razones por las que el pueblo apoya y sigue apoyando al Correa, al Chávez, al Ortega o al Evo. La chabacanería que los ornamenta; la simpleza y vulgaridad de lo que presentan y exponen; el enfermizo morbo que adereza sus temas, las bajas pasiones, los rencores, envidias y otras bajezas que se desenmarañan, escudriñan y se convierten en escándalo; la cuestionable veracidad de los testimonios. Todo esto, lo comparten, cual almas gemelas, Correa, Bozzo, y el terceto restante de bolivarianos.

Resulta entonces irónico que el Correa se queje de lo mismo que lo aqueja a él; que condene lo mismo que merece condena en él.
La explicación: el espíritu capitalista.

¿Capitalista? Si. Capitalista. ¿Por qué? Porque Correa simplemente pretende, como cualquier buen capitalista que se precie de serlo, de monopolizarlo todo. El monopolio del oprobio, el insulto, la vulgaridad, la descalificación, el autoritarismo, no pueden ser explotados y usufructuados por otros.

Correa actuó así, porque vio en la Bozzo a la competencia perfecta, digna de cualquier esfuerzo para ser eliminada. Ambos se sostienen en la tarima por las mismas razones: la vulgaridad, la procacidad, la falacia, el embuste, la calumnia, la descalificación, la prepotencia, el vejamen. Pero ellos no solo comparten y compiten por el Oscar a mejor payaso, por las cuestiones de forma. Correa y Bozzo también comparten ese no se qué místico, esa “licencia poética” que otorga el poder, para ahondar, fomentar, y perennizar el embrutecimiento de las masas. Ambos perpetúan la mentalidad pueblerina, esquiva a la educación, al refinamiento, y al conocimiento.

Polos iguales se repelen, y las palabras de Correa confirman lo que la ironía sentencia. Correa terminará metiéndose el tiro en el pie, tal y como el amigo de este video. ¡La ironía de las cosas!



Y si queremos mas ironía, vayamos al asunto educación superior. En USA no todos los estudiantes que cursan la escuela secundaria, terminan graduándose. Solamente 25% de aquellos que se gradúan de “high school” van al “college” es decir, acceden a una educación superior equivalente a una licenciatura. Y de ese 25% un porcentaje no mayor al 70% termina haciendo estudios de postgrado (maestrías o PhD.) Por otro lado, gústele a quien le guste, y moléstele a quien le moleste, en USA está un gran porcentaje y número de las mejores universidades del mundo. En contraste, en otros países, las universidades se multiplican cual kioscos de salchipapas. Ofrecen cartones al por mayor por cómodas cuotas mensuales y el sistema de dichos países no contempla organizaciones que velen por que el nivel académico y profesional de sus graduados cumpla mínimos estándares. El diploma de graduado, por lo tanto, no tiene mucho peso a la hora de ser calificado para un empleo o puesto.

La ironía del asunto radica en que existe una relación directamente proporcional entre lo mal que se encuentra dicho país, y el número de personas que acceden a las universidades. El caso del Ecuador es la excepción que confirma esa regla, por el simple hecho de que la pobreza ya roza lo extremo, y la sumisión mental del pueblo es tal, que ya a pasado a ser una cuestión generacional y perpetuada ad infinitum por la poca o nula acción de los gobiernos en dicho campo.

Y para dar el puntillazo final a dicha ironía, quienes están trabajando en una reforma a la educación universitaria, no están a la altura académica para gestarla, y simplemente obedecen a encomiendas ideológicas llenas de originalidades. En lugar de tratar de emular o adaptar a nuestra realidad lo que ha demostrado ser efectivo, tenemos que optar por inventarnos nuevas formas y leyes para mejorar la educación superior por decreto.

Entre otras joyas, por ejemplo, demandan mas investigación en las universidades, así como mayor número de profesores a tiempo completo con títulos de PhD. Irónico resulta, y no por descalificarlo como ser humano, que quien dirige la SENPLADES, no tenga un título PhD que le confiera autoridad moral, académica y científica para criticar a las universidades del Ecuador.

La ironía refleja una verdad dolorosa que muchos procuran y creen ocultar.