martes, 17 de noviembre de 2009

Homeopatía

Cuando mi pequeña hija de 2 años y medio, por ejemplo, resbala y se golpea en su piernita, ella indefectible e inconsolablemente estalla en un estruendoso y aparatoso llanto. Acude raudamente a sus padres… perdón, a su papá o su mamá. En su media lengua, que además mezcla el inglés y el español, se queja lastimeramente, diciendo que se cayó, y que se hizo un “¡boo-boo!” (bu-bu) en su piernita (en Ecuador le dicen un “¡ayayay!”.) Entre sollozos, lágrimas y gemidos, ella demanda de alguno de sus progenitores que se le de un besito en aquella zona afectada para, de esta manera, paliar el dolor y la angustia que el accidente han ocasionado en ella. Efectivamente, luego de un apapacho, muchas caricias y el mentado besito, las lágrimas dejan de brotar de sus ojos, y al mismo tiempo una sonrisita se esboza en su angelical rostro. Su inocencia y el poder curativo y mágico de los besos de sus padres han logrado mitigar y hasta eliminar el dolor, la pesadumbre y la angustia del golpe recibido. Su infantil mente se conforma con estas medidas “heroicas”, que solo pueden ser provistas por alguno de los taitas. Si, el caso es más extremo o si se requiere de medidas más agresivas, una bendita adhesiva (o “curita”) ocuparía la segunda línea de defensa. Ese pedazo de esparadrapo amoldado tiene un verdadero poder conciliador y reparador.

La simpleza mental de los niños, les permite creer ciegamente en la capacidad curativa del beso aquel, o de la curita o vendita. Ellos no están conscientes del engaño, de que todo es una bondadosa y piadosa pantomima que permite a sus pequeños cerebritos auto convencerse de que algo, en aquellos actos u objetos, tiene un poder para aliviar y curar. Ni siquiera están conscientes de que algo sobre natural podría estar detrás del hecho curativo o paliativo.

Es así como, el efecto placebo tiene un poder tremendo en el restablecimiento de los quebrantos de salud. No obstante, tiene sus limitaciones. Primero, hay que estar consciente de que, si por ejemplo, yo me rompo la pierna al saltar de una silla, por mas besitos que me den, por mas curitas que se me apliquen, por mas fe que ponga en ellos, el hueso roto no se arreglará, a menos que se inicien y pongan en marcha otras intervenciones más concretas, menos mágicas, más drásticas, que incluso contemplan una dosis de dolor en su ejecución y concreción.

¿Qué es el efecto placebo? Es simplemente el poder que tiene o puede ejercer un aparentemente inocuo* elemento o situación en el proceso de auto sugestión y auto convencimiento de que la realidad de una dolencia o padecimiento, pueden ser cambiadas así como así, sin intermediar un proceso lógico y racional, o un mecanismo concreto que expliquen el supuesto cambio de la condición o dolencia. El efecto placebo toma en cuenta, para que se dé a lugar, el nivel de sofisticación mental, pero también toma en cuenta el nivel de “awareness” -léase grado de conciencia- o de estar al tanto e informado de que dicho efecto placebo está siendo aplicado y utilizado como medio para obtener un resultado curativo esperado. Implica una gran dosis de pensamiento mágico. Es decir, se requiere de una gran dosis de fe, (acto irracional de creer en algo, más allá de cualquier evidencia) con la peculiaridad de que las evidencias en contra son realmente contundentes, abrumadoras, reproducibles y constatables, mientras que las evidencias a favor son en su mayor parte nulas, escuetas, inexistentes, inconsistentes o poco fiables.

En otras palabras, el efecto placebo es aquel fenómeno que ocurre, cuando una mentira piadosa, un falso subterfugio, un tratamiento fingido, una substancia inactiva, un poco de azúcar diluida en agua, o una solución salina, pueden en ocasiones mejorar la condición de un paciente, o al menos brindan a éste, una sensación interna de alivio y mejora por el simple hecho de que esta persona ha puesto su fe en, o tiene muchas expectativas de que dicho sortilegio va surtir algún efecto. La fe, o la expectativa puesta, juegan un rol importantísimo en la concreción del efecto placebo. Mientras más una persona crea que el placebo va ser efectivo, más probable es, que en realidad esto suceda, mientras no se tope con las limitaciones propias del placebo. Para que un placebo funcione, el individuo al que se le está aplicando o administrando el placebo, tiene que ignorar por completo que es eso precisamente lo que se está haciendo. Muchas personas optan por adoptar un estado de negación y se auto convencen de que el placebo al igual que el besito en el boo-boo de mi hija tienen poderes especiales que disipan y hasta curan el mal para el que han sido estos placebos invocados.

Pero como ya se dijo anteriormente, existen situaciones, en donde una actitud positiva, no es suficiente, y por lo tanto, se requiere del uso de otros agentes mas concretos, cuyos efectos se pueden medir, estudiar, comprobar, cuantificar, categorizar, diferenciar, puntualizar, controlar, invertir, revertir, anular, o detener en relación con el problema que se está encarando.

Por ejemplo, si un individuo se contagia de tuberculosis, no importa cuanta buena voluntad, o cuanta actitud positiva se tenga; si no se instaura una terapia antimicrobiana, esa persona no se curará, y más bien corre el riesgo de empeorar. No importa si a la persona en cuestión le recomendaron tratamientos de orinoterapia, (lo cual, en el caso particular de la tuberculosis, podría resultar hasta en una redundante auto inoculación del bacilo de la tuberculosis); o le recomendaron restregarse en el torso la uña de la gran bestia; o le aconsejaron beberse unas aguas medicinales; o atragantarse unas grageas “naturales” (¿alguien ha visto en su vida a una planta que de como fruto pastillas o existan pastillas que se cosechan en el campo?); o tomarse unas pastillitas azucaradas recetadas por un homeópata; o le abaniquen ozono; si esta persona con tuberculosis no recibe los antibióticos específicos, lo mas probable es que haya mucho que lamentar en el corto, mediano y largo plazo.

El efecto placebo es parte del potencial del ser humano para reaccionar positivamente ante el curador, el médico o el placebo que se está propinando. La angustia de un paciente, en ocasiones, puede ser controlada, disminuida y hasta eliminada gracias al efecto que un placebo ejerce en la psiquis del individuo. Hay que admitirlo, incluso el éxito de un tratamiento o procedimiento terapéutico convencional está influenciado hasta cierto punto, por el grado, nivel o intensidad de efecto placebo que el propio tratamiento posea ante los ojos del doliente, y de la capacidad que éste pueda tener, para influenciar sobre la mente del paciente.

Un clásico ejemplo de esto es aquel cuando un médico decide inyectar intramuscularmente mera agua destilada a un paciente aquejado de mucho dolor, (sin dejarle saber la verdadera naturaleza química de ésta formidable droga) a quien, después de una exhaustiva evaluación y un detenido análisis, se ha llegado a la conclusión de que no tiene un problema específico y concreto que explique y justifique su dolencia y malestar. Luego de la dolorosa administración intramuscular de este “fantástico medicamento”, es impresionante ver de qué manera el dolor desaparece.

El efecto placebo, sin embargo, pierde su eficacia y poder cuando el individuo al que se le piensa aplicar dicho placebo, está consciente de tal intención. Por eso, un placebo tiene más efecto cuando se lo lleva a cabo de una manera engañosa u oculta, ignorando, por ende, la autonomía del paciente, pues se evita deliberadamente que el enfermo se entere de la mentirita piadosa. El placebo sustenta su eficacia en la mentira, en el ocultamiento de la verdad sobre las nulas o inexistentes y muy cuestionables y poco comprobadas o confirmadas propiedades de dicha inocua sustancia.

Bien dice un refrán en inglés: “Ignorance is bliss” o en español algo parecido: “ojos que no ven, corazón que no siente”. Y bien dice Voltaire: “la medicina es el arte de entretener al cuerpo, mientras la naturaleza toma su curso”, pues no importa cuan apegados al texto estemos el momento de tratar una dolencia, si la naturaleza no quiere colaborar, ni el tratamiento más eficaz (comprobado científicamente) surtirá efecto. Así mismo, en ocasiones, el simple efecto placebo termina remplazando al mas certero de los tratamientos.

Como todo en la vida, la mayor parte del tiempo las cosas no son solo en blanco o en negro. El efecto placebo tiene sus beneficios en el proceso de curación de un paciente, pero también tiene sus limitaciones y aspectos negativos. Limitarse a administrar un placebo, o querer concretar un tratamiento mediante acciones aparentemente inocuas o inocentes pero inútiles, cuando delante de uno existe un problema específico que demanda de acciones más concretas y específicas, puede resultar deletéreo y muy peligroso para el enfermo. Posponer acciones y medidas concretas y específicas apoyadas por estudios científicos serios, por permitir y dar prioridad al efecto placebo por encima de éstas, debe ser considerado un acto de negligencia médica e incluso criminal. Tener al paciente engañado y imbuido dentro de esta trama de truquitos circenses sin ningún sustento científico, es algo deleznable. Creer que es suficiente encender unas velitas, o rezarle al santo de turno y a la Virgen María de la localidad, o auto infligirse castigos y sacrificios, para lograr el alivio o curación, es pecar de ingenuo, supersticioso, e infantil. Ayúdate, que te ayudaré dice por ahí un pasaje bíblico.

Que un médico recomiende los cirios, los silicios, o los rezos en desmedro de lo que la ciencia puede brindar, es condenable. Que un médico recomiende acciones o tratamientos fútiles, y por darles primacía a éstos, deja de lado intervenciones terapéuticas apropiadas (científicamente comprobadas como efectivas) puede resultar nefasto.

Es así, entonces, que la homeopatía cae dentro de ese mundo paralelo y peligroso: el del surrealismo, el misticismo, lo esotérico y metafísico. La homeopatía es la no-ciencia de la charlatanería.

Desde que inicié mi carrera como médico, siempre he pensado que los homeópatas son una suerte de médicos fracasados en lo científico, una especie de charlatanes, ilusionistas, o brujos que con una nutrida parafernalia y retórica envuelven a sus pacientes en la idea de que sus productos “naturales” y sus prácticas terapéuticas carentes de sustento científico, tienen el mismo efecto curador que lo que la medicina tradicional, alopática u occidental puede ofrecer, con la ventaja de no contar con efectos secundarios. (¿Lo dice quién... existe algún estudio científico que confirme la inocuidad de dichos tratamientos?) De similar manera a los charlatanes de feria, los homeópatas promueven sus curas, pócimas, menjurjes y tratamientos, (que no se apoyan en ninguna ciencia ni evidencia científica, sino en lo anecdótico y metafísico) y convencen a los incautos con sus lindas palabras. Con ellos, (los homeópatas) está por demás exigirles pruebas, pues aparte de un par de testimonios subjetivos, no cuentan con un respaldo estadístico ni bibliográfico, mucho menos datos científicos que sustenten sus bondades. Con ellos, una palabra suya basta para sanar a los enfermos.

Curiosamente, personas que se precian de escépticas, lógicas y que rechazan cualquier cosa que no tenga sustento científico, creen fervorosamente y con una irracional fe en los poderes de esta pseudo ciencia llamada homeopatía. Se toman tan en serio lo “natural”, que hasta consumen asiduamente y con devoción, enormes cantidades de estos famosos productos “naturales”, muchos de ellos presentados y vendidos al público en forma de pastillas, pastas, cremas, ungüentos y tés medicinales. (Hasta donde se sabe, nadie ha descubierto un árbol o una planta que, como frutos, produzca píldoras, pastillas, cápsulas) Muchos apoyan la homeopatía, porque la asumen como sinónimo o equivalente de "natural y libre de químicos" o de "vida sana".

Retomando el tema de la homeopatía, la revista médica de publicación semanal The American Journal Of Medicine, en su edición del mes de Noviembre 2009, Vol. 122, No. 11, nos presenta con el mismo rigor con el que sus artículos científicos se publican, un editorial titulado: “Should We Maintain an Open Mind about Homeopathy” (¿Debemos (o se debe) mantener una mente abierta acerca de la homeopatía?) En dicho editorial, sus autores hacen una concisa, clara y sustentada crítica a la homeopatía. Nos cuentan que en la actualidad, y por esas novelerías tan progres de ser “políticamente correctos”, uno debería tener una mentalidad abierta sobre la medicina alternativa, sobre todo porque en muchos casos se asume que “el paciente sabe mejor” o porque se aduce que “ese tipo de medicina funcionó en mi” ergo, debe funcionar en tí, pese a que nunca se me pudo ocurrir que me curé por mí mismo y el tratamiento homeopático solo fue una distracción que acaeció coincidencialmente en el mismo momento de la mejoría. Estas presunciones muchas de las veces no son contrastadas (aunque deberían serlo) con lo dicho en párrafos anteriores sobre el efecto placebo.

Los autores concuerdan en aseverar que ciertos tipos de medicina alternativa, tales como la medicina de la herbolaria, o las terapias que requieren manipulación, contienen aspectos plausibles para la práctica médica en general. Sin embargo, otras “disciplinas” alternativas se basan en conceptos obsoletos metafísicos de la biología y fisiología humanas que deben ser descritos como absurdos, y cuyos proponentes no aceptarían someter sus intervenciones y terapias al escrutinio científico, y en caso de hacerlo, sugieren y sostienen que el mero hecho de una evaluación crítica, es más que suficiente como para ahuyentar y echar a perder el proceso de curación. Algunos llegarán incluso a aducir que su "ciencia" es víctima de persecución y hostigamiento.

El conflicto de intereses de estos sujetos es más poderoso que el requerimiento científico de integridad, y aún así, se defienden atacando y aseverando que quienes quieren someter a procesos de investigación científica rigurosa a sus teorías, obedecen a los intereses particulares de alguna compañía farmacéutica y que son parte de alguna conspiración que pretende negarle a sus pacientes curas, a pesar de que no han sido evaluadas, probadas y confirmadas a través de la investigación científica rigurosa.

Gente famosa, gente común, gente influyente, gente supuestamente bien educada, terminan siendo víctimas del efecto placebo, sin siquiera, en muchos casos, darse cuenta de ello, y por eso, destinan sendos buenos oficios que hacen inferencias que aseveran que muchas de las medicinas alternativas son efectivas, simplemente porque en ellos si funcionaron, reflejando así, la actitud infantil del ejemplo inicial, la cual ellos prefieren ignorar. (Alguien les dio un besito en su boo-boo y ya se sintieron curados, y por lo tanto, ese besito, posiblemente trabaje en todos los demás.)

Esto tiene un par de implicaciones. La primera, es que posiblemente lo que esas personas padecían no era precisamente lo que ellas pensaban que era, y la otra, que la gravedad de tal padecimiento era menor de la que ellos creyeron percibir en ese momento. Tal y cual, el ejemplo del boo-boo de mi pequeña hija.

Uno de los peores representantes de la medicina basada en la fe, y no en la ciencia, es la homeopatía. La misma que se nutre del entusiasta apoyo entusiasta de culteretas progres, de noveleros y de celebridades sin bagaje científico, en lugar de hacerlo desde el humilde deseo de explorar los límites de nuestro conocimiento usando métodos científicos.

Los autores explican que la homeopatía se basa en el principio acientífico de que iguales curan a iguales, o como dice el adagio popular, un clavo saca a otro clavo. Este principio se sustenta en la idea de que si una substancia es capaz de causar ciertos síntomas en voluntarios sanos, (por ejemplo, una cebolla causa moquera) entonces esta substancia constituye un tratamiento efectivo para condiciones asociadas con la moquera, como el resfriado común. El segundo principio postula que la dilución seriada (exponencial según ellos) de una sustancia conjuntamente con una sacudida vigorosa de la misma –potenciación- da lugar a que aquella solución más diluida sea en efecto, mas poderosa que la más concentrada. De este modo, las medicinas homeopáticas más potentes son aquellas que están disueltas en mayor grado, al punto que no contienen más que una minúscula cantidad de la substancia original. Estos axiomas no solo que no se encuentran alineados con hechos científicos, sino que se encuentran directamente opuestos a ellos. Para ponerlo en términos mas duros propios del universo paralelo de la homeopatía, el concepto de la vida, tal y como lo conocemos, sería inconcebible, y los alienígenas que posiblemente habitan en ese ambiente hostil son difíciles de concebir.

Asumir una postura de mentalidad abierta frente a la homeopatía o formas poco plausibles de similar laya, (aromaterapias, ozonoterapias, terapias bioenergéticas, sanación espiritual, terapias de cristales, etc.) no es por lo tanto una opción. Creer en la homeopatía sobrepasa la tolerancia de cualquier mente abierta.

Hasta la fecha, la homeopatía ha fallado en demostrar su eficacia en estudios aleatorios controlados y en revisiones sistemáticas de estudios bien diseñados.

Invocando al relativismo postmoderno, los homeópatas retienen su credibilidad en base a, (y se desenvuelven entre) una serie de estudios pobremente diseñados y difícilmente aleatorios.

No está claro si el rédito económico en el que se traduce este tipo de charlatanería sofisticada es el culpable de que los homeópatas y sus seguidores no puedan ser persuadidos de abandonar este tipo de “medicina tradicional” ante algún tipo de evidencia contundente, o si sea por algún tipo de delirio. De cualquier modo, es muy difícil convencer a los homeópatas en desarrollar un estudio con metodología cuerda y sensata, el cual en caso de resultar negativo, finalmente los persuada de desistir en esta cruzada absurda. Muchas veces el afán por evitar onerosos costos en tratamientos sofisticados obliga a la gente a buscar soluciones baratas que a la postre pueden resultar más costosas y dolorosas si se las hubiese esquivado desde un principio.

Preguntan los autores del artículo: ¿Debemos mantener una mente abierta cuando se trata de astrología, cartomancia, alquimia, apariciones de Elvis Presley? Por supuesto que no. Y de ese mismo modo, ante la homeopatía debemos asumir la misma actitud.

La homeopatía está basada en absurdos conceptos que se oponen y niegan los progresos en física, química, fisiología, ingeniería biomolecular y genética. Aún 160 años después de la obra de Oliver Wendell Holmes , “Homeopatía y sus emparentados delirios” todavía se debate si la homeopatía es un placebo o no.

Se aboga por la homeopatía principalmente cuando se trata de condiciones auto limitadas o banales, como por ejemplo cuando se dice que con la homeopatía se puede curar una gripe en 7 días, cuando en otras circunstancias toma 1 semana en resolverse el cuadro gripal por si mismo.

Sería bueno preguntar a los homeópatas y a sus feligreses: ¿si depositarían su fe en sus supuestos tratamientos, si ellos mismos padeciesen de cáncer, o tuviesen una infección seria o un infarto cardíaco o un caso de insuficiencia renal o un cuadro de pémfigo?

Desde que apareció la homeopatía (más no el chamanismo o la brujería) no se han reportado mayores avances o logros en esta “disciplina”. Los principios homeopáticos son conjeturas audaces. Nadie ha podido realizar "corroboraciones espectaculares" de ninguno de los principios en los cuales se basa la homeopatía. Un ejemplo de verdadera "corroboración espectacular" de una "audaz conjetura" es aquel que relata la predicción de la existencia del planeta Plutón a través de la observación de cambios pequeños en la órbita de su planeta vecino, Neptuno. El descubrimiento (mucho tiempo después) y por ende, confirmación de la presencia de Plutón fue contabilizado como una "corroboración espectacular" de una "audaz conjetura". En la medicina, se aplica similar analogía al descubrimiento de los antibióticos.

Y a pesar de ello, los homeópatas, como otros apóstatas de nuestros revolucionarios días, acuden al caso de Galileo y su batalla contra el dogmatismo católico, para defenderse; y aducen (y confían) cómo, el tiempo se encargó de probar que él estaba en lo correcto. El argumento de Galileo es un silogismo, una especie de argumento lógico en el cual 1 proposición (la conclusión) es inferida a partir de otras 2 (premisas) de una cierta forma. Algo como si yo afirmase, por ejemplo, que Van Gogh era un artista grandioso que no fue reconocido como tal mientras vivió. Yo soy artista que no ha recibido reconocimiento por mis pinturas, ni las he vendido, por lo tanto yo soy grandioso.

Dos cientos han pasado desde el surgimiento de la homeopatía y todavía seguimos esperando que el tiempo le dé la razón a los homeópatas. Mientras tanto, los avances en el entendimiento de las enfermedades, los progresos en terapéutica y cirugía, y la prolongación de la duración y calidad de vida por parte de la así llamada medicina alopática han sido espectaculares.

El verdadero escéptico se enorgullece de la mentalidad cerrada cuando se lo encara con absurdas afirmaciones y aserciones que se contraponen a las leyes de la termodinámica, o niegan el progreso en todas las ramas de la física, la química, la fisiología, y la medicina.

Si uno tiene la mente demasiado abierta, se corre el riesgo de que se nos escurra el cerebro. Los autores afirman: nuestros cerebros son órganos demasiado preciosos como para arriesgarlos de esta manera, y nuestras mentes están tan apretadamente cerradas cuando se les pide que consideren a la homeopatía como algo más que un simple placebo puesto en acción por algún agencioso médico que cuenta con tiempo de sobra para platicar y entretener a sus pacientes.

¿Qué tiene de malo en ofrecer placebos (sin dejarlo entrever) para aquel que padece de condiciones auto limitadas? A primera vista, esto parecería algo inocente. No obstante, la autonomía del paciente, un principio básico en el cuidado del enfermo que debe ser promovido y defendido dentro de la responsabilidad de la relación médico-paciente, se ve menoscabada, limitada o restringida, cuando un médico, de manera engañosa, aplica un placebo sin informarle a su paciente de tal hecho. El derecho a tomar decisiones informadas es algo que le ha sido negado al paciente, cuando el placebo es el instrumento terapéutico.

A diferencia, y a parte de los asuntos teológicos, y en contraste con ellos, cuando se abre la puerta a la irracionalidad, o a la medicina irracional, lo que se consigue con ello, es contaminar negativamente la mente de las personas. Si no se pone un límite a la cada vez mas pomposa y creciente auto estima de la homeopatía, pronto veremos a esta “disciplina” incursionando en ámbitos más complejos y serios que simples enfermedades auto limitadas o triviales. Ya existen reportes de que en ciertos sitios, la audacia de los homeópatas ha llegado al punto de ofrecer vacunas y tratamientos profilácticos para la malaria o el SIDA o ciertos cánceres, a través del uso de agüitas diluidas e inyecciones milagrosas de ozono u otro adefesio, En Ecuador hay médicos audaces y temerarios que intercalan, mezclan y combinan la charlatanería de la homeopatía con prácticas médicas alopáticas. Charlatanes con cartón, que convencen al incauto con sus palabras dulces. Engañan hasta al paciente educado con ideas tales como que homeopatía es sinónimo de "natural". La gente se olvida que los que practicamos medicina seria, abogamos por esas mismas prácticas "naturales" de vida saludable en todos nuestros pacientes: Dieta sana y equilibrada, ejercicio, eliminación de excesos y vicios, mantención de un peso adecuado, evitar en la medida de lo posible el consumo de fármacos. No obstante, sabemos que muchas veces esos ideales de la homeopatía no son suficientes, o son inaplicables en ciertas personas, por lo que se debe recurrir a otro tipo de ayuda, como son los exámenes de laboratorio, fármacos respaldados con estudios científicos y probados efectivos luego de exhaustivas evaluaciones en animales y en el laboratorio, terapias, cirugías e intervenciones.

Talvez sea por el infausto y orgiástico amancebamiento entre la situación económica, la ignorancia, el oportunismo, falta de controles y la escasa o nula legislación sobre mala práctica médica, que la homeopatía ha florecido robustamente en nuestros países, en donde los medicamentos son costosos y hasta suntuosos; en donde los exámenes, tratamientos, intervenciones y cirugías están limitados a los que poseen recursos económicos; en donde la viveza criolla se pone en juego en las acciones de estos curanderos, y las víctimas son los pacientes; en dónde un paciente opta por las "hierbitas" o los tratamientos homeopáticos, por ser estos más baratos y porque no involucran costosas, pero efectivas medicinas. La charlatanería tiene cabida y buena acogida entre las mentes simplonas. Confiar en que únicamente la madre naturaleza y un espíritu positivo vayan a sanar las patologías médicas, es bastante ingenuo. Existen problemas médicos que son auto limitados, y que hagamos lo que hagamos, van a durar un tiempo determinado, y luego se irán por si solos. En esos casos, la homeopatía tiene cabida, pues su función será la de entretener al paciente hasta que este se cure por sí mismo.

La medicina no es perfecta, pero su accionar y principios han evolucionado conjuntamente con la humanidad. Comenzó siendo un arte practicado de forma empírica por buenos intencionados, que "creían" que tal o cual cosa o acción, de pronto funcionaría, (de hecho funcionaba unas veces, y otras no, como cuando se descubrió que se podían realizar transfusiones de sangre.) Inició de manera fortuita y audaz, aplicando el principio de prueba/error, es decir, intentemos esto, para ver que pasa, y si funciona, lo aplicamos a otros. Comenzó de forma primitiva, utilizando hierbas y plantas, que luego pasaron a ser infusiones. De ahí se aprendió que tal o cual planta tiene ciertas propiedades que corrigen, mejoran o curan una dolencia en particular. La curiosidad científica llevó al hombre a preguntarse si toda la planta o algún elemento en particular, es el que producía el efecto terapéutico. Y así, se llegó a aislar el principio activo, y luego se aprendió a sintetizarlo y modificarlo, para finalmente concluir con el uso de dosis específicas de dicho ingrediente. No es lo mismo llenar el tanque del auto con petróleo, que usar gasolina. De igual modo, no es lo mismo hacer una infusión de Papaver somniferum para lograr una tintura de Opio para tratar el dolor, la misma que contiene una mezcla de cantidades no establecidas de morfina, codeína y otros opioides, que recetar morfina pura en una cantidad exacta, con lo cual se pueden detectar y controlar sus efectos primarios y secundarios, así como las sobredosis.

Dirán otros: Pero en la China, por ejemplo, la mayoría de la gente se cura con hierbitas y acupuntura. Es cierto, la mayoría de la gente acude a estos remedios, (nadie sabe si en realidad se curan) pues los fármacos serios y los tratamientos sustentados en lo científico, simplemente son inalcanzables para la mayoría y se tornan en cosas de otro mundo. Nadie nos cuenta con estadísticas en las manos, si en realidad esos tratamientos milenarios son eficaces o no; si en realidad curan o simplemente emboban a la gente con un manto de placebo. Nadie nos cuenta, que la mayoría de la gente en China acude a estos remedios por falta de otras alternativas, que en muchos casos son limitadas y costosas. Nadie nos cuenta que resulta absurdo creer que una hierbita o uno de estos tratamientos es muy bueno para una gama extensa de males. Ninguno de los que abogan por estos remedios, se atreve a contrastarlos con los tratamientos médicos sustentados en estudios científicos. En China viven mil trescientos millones de personas. Si todos los habitantes de China decidiesen tomar una aspirina al mismo tiempo, no habría suficientes pastillas en el mercado para abastecer la demanda. Ahora imaginemos enfermedades y dolencias que, en su gran mayoría afectan solamente a un pequeño grupo poblacional, pues no todos padecen del mismo problema, ni todos lo padecen al mismo tiempo; las medicinas, exámenes y tratamientos específicos para algún tipo de enfermedad en particular, son limitados. No hay quien produzca más de la cuenta de ciertos medicamentos, o genere en exceso equipos o maquinarias necesarias para atender el problema en cuestión. ¿Qué le queda entonces como recurso a una gran masa de población, ante estas limitaciones impuestas, no por el mercado, sino por las necesidades y el pragmatismo? Obviamente, volcarse a, y pasar a depender de enfoques alternativos, más baratos y asequibles en cualquier tienda o kiosco. La homeopatía es una respuesta escueta, burda y simplona a estas necesidades humanas.

*Se dice que es aparentemente inocuo, pues su probidad no ha sido confirmada o descartada por estudio científico alguno. Incluso elementos inocuos como un poco de agua o unos cristales, pueden resultar deletéreos en casos médicos en los que el agua o el uso de dichos cristales mágicos es impuesto por encima de medidas mas drásticas y concretas. Por ejemplo, un paciente con síntomas vagos de dolor de pecho que en realidad está siendo víctima de un ataque cardíaco, pero que se manifiesta de forma atípica, puede resultar seriamente afectado y hasta morir, por recibir un poco de aguas medicinales, o la exposición a materiales cargados de "energías multicolores", en lugar de ser tratado adecuadamente, para evitar que el daño cardíaco progrese.








jueves, 5 de noviembre de 2009

Estado de Derechos

José Valencia, diplomático cauto pero que simpatiza con la revolución ciudadana, hace un análisis en el que contrasta el enunciado constitucional de que el Ecuador es un "Estado de Derechos" con los postulados generales y universales de derechos humanos, y las bondades que este contraste supone para nosotros.

Dijo otro editorialista hace algunos días. La constitución del 2008 durará lo que dure la revolución ciudadana. Es decir, tiene una fecha de expiración. Y esto es muy cierto, porque el documento en cuestión es una obra de mediocridad supina, de una miopía impresionante y sobre todo porque está cargada de cálculos políticos orientados a sostener a un grupo específico en el poder.

Dice Valencia:

Los derechos humanos y el Estado de derechos

Publicado el 29/Octubre/2009 | 00:07

jvalencia@hoy.com.ec

La Constitución de Montecristi instauró el Estado de derechos en el Ecuador. Los principios que configuran esta clave noción constitucional, analizada con solvencia teórica por Ramiro Ávila (Desafíos constitucionales – La Constitución ecuatoriana del 2008 en perspectiva), deben guiar en los años venideros la gestión pública en sus distintas facetas, entre las cuales se cuenta la política internacional del país. Si la política exterior de una nación es idealmente la manifestación de sus intereses, carácter político y valores, el Estado de derechos proclamado en la Constitución ecuatoriana debe tener una expresión en la política internacional del país, materializarse en una labor proactiva en materia de derechos humanos.

Para llevar a la práctica esa gestión proactiva, nuestro país tiene ante sí tres campos primordiales de acción: el sistema de la ONU, cuyo órgano especializado es el Consejo de Derechos Humanos y sus mecanismos; los comités de seguimiento de los tratados internacionales y regionales; y el sistema interamericano de derechos humanos (Comisión y Corte Interamericana).

Los foros e instituciones que integran dichos campos trabajan sobre la base de agendas que se han configurado en atención a requerimientos y dinámicas globales: derechos civiles y políticos; garantías de la mujer, las minorías y grupos vulnerables; la aplicación de los DESC (derechos económicos, sociales y culturales); la atención a situaciones de países donde existen abusos sistemáticos de garantías fundamentales; el avance de los derechos de tercera y cuarta generación; etc.

La política internacional del Ecuador en materia de derechos humanos debe referirse a tales campos y sus agendas. Diseñar actividades, establecer prioridades y ejecutar la gestión exterior de tal manera de aportar desde la lógica del Estado de derechos y de la experiencia nacional, a los debates, el desarrollo normativo y el posicionamiento internacional de nuevos temas o enfoques en derechos humanos.

A primera vista parecería una labor casi automática el proyectar a la esfera externa los principios del Estado de derechos. En las relaciones internacionales –y el área de derechos humanos no es una excepción– los principios cuentan en las posiciones que adopta un país, pero también existen otros factores que influyen en el diseño de una política exterior, la cual engrana un complejo libreto de intereses, principios y compromisos con otras naciones. Esta realidad sin duda pondrá al Ecuador, incluso con su calidad de Estado de derechos, ante concretos dilemas en su política internacional sobre derechos humanos.

Dilemas tales como de qué manera actuar frente a violaciones de derechos humanos no solo en países con realidades lejanas, sino en naciones con las que haya empatía política o intereses económicos comunes; o cómo defender derechos innovadores, como los colectivos o los que se reconocen a la naturaleza, frente a naciones en desarrollo o desarrolladas que no comparten tales enfoques; o de qué forma votar en foros como el Consejo de Derechos Humanos, donde en muchos casos el pronunciamiento de los países no se sustenta solamente en los hechos y la ley internacional, sino en cálculos y concesiones políticas de distinto orden.


Hay que enfatizar: Estado de DERECHOS y no Estado de DERECHO, sin la S al final. El editorialista, gran amigo de Ramiro Avila, (subsecretario de justicia) no se equivocó en la escritura. Una simple letra marca una gran diferencia, no solo semántica, sino conceptual.

El DRAE en su vigésima tercera edición hace una extensa definición de la palabra DERECHO:

derecho, cha.

(Del lat. directus, directo).


1. adj. Recto, igual, seguido, sin torcerse a un lado ni a otro. Esta pared no está derecha.
2. adj. Justo, legítimo.
3. adj. Fundado, cierto, razonable.
4. adj. directo (‖ que va sin detenerse en puntos intermedios). Id derechos al asunto.
5. adj. Dicho de una parte del cuerpo humano: Que está situada en el lado opuesto al del corazón. Los diestros utilizan la mano derecha.
6. adj. Que está situado en el lado opuesto al del corazón del observador.
7. adj. Que cae hacia la parte derecha de un objeto. El jardín que hay a la parte derecha de la casa.
8. adj. Dicho de lo que hay en una cosa que se mueve: Que está en su parte derecha o cae hacia ella, según el sentido de su marcha o avance. El faro derecho del autobús. La orilla derecha del río.

9. m. Facultad del ser humano para hacer legítimamente lo que conduce a los fines de su vida.
10. m. Facultad de hacer o exigir todo aquello que la ley o la autoridad establece en nuestro favor, o que el dueño de una cosa nos permite en ella.
11. m. Facultades y obligaciones que derivan del estado de una persona, o de sus relaciones con respecto a otras. El derecho del padre. Los derechos humanos.
12. m. Justicia, razón.
13. m. Conjunto de principios y normas, expresivos de una idea de justicia y de orden, que regulan las relaciones humanas en toda sociedad y cuya observancia puede ser impuesta de manera coactiva.
14. m. Ciencia que estudia estos principios y preceptos.


15. m. Exención, franquicia, privilegio.
16. m. Lado de una tela, papel, tabla, etc., en el cual, por ser el que ha de verse, aparecen la labor y el color con la perfección conveniente.
17. m. Cantidad que se paga, según un arancel, por la utilización de cosas o servicios de una administración pública, corporativa o privada. U. m. en pl. Derechos aduaneros.
18. m. p. us. Sendero, camino.
19. adv. m. derechamente.
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Aún para quienes no somos sabios en cuestiones legales, esa diferencia nos crea muchas dudas. Decir que el Ecuador es un "Estado de Derecho", (cosa que fue removida y cambiada en la actual mamarrachada de constitución) implica un concepto mas amplio y general que el decir que es un "Estado de Derechos".

En otras palabras, el "estado de derechos" implica que solo aquellos explícitamente mencionados en el mamotreto aquel que viene de Montecristi, son los que se pueden respetar y hacer respetar. En cambio, si nos referimos a "estado de derecho" lo que se quiere significar, es que el derecho (las leyes en general, -incluídos los derechos- su estudio, su ejecución, cumplimiento, modificación y adaptación) es de uso general. Es por eso que se hizo lo imposible para tratar de aglutinar y atiborrar en un solo panfleto todos los derechos que se les pudo ocurrir, lo cual a su vez generó omisiones y contradicciones crasas, demostrando así la carente noción de que una constitución debe ser un documento general, una estructura básica de soporte (un esqueleto) y no un abultado código, cargado de ornamentales letanías, ambiguedades, cacofonías de género que demuestran la novelería progre, y absurdos irrealizables. Sería bueno que los de izquierda nos expliquen un poco mas las diferencias entre estado de derecho y el estado de derechos.

El "Estado de Derecho" reivindica la institucionalidad, el "Estado de Derechos" la menoscaba y hasta fomenta su desintegración. En un "Estado de Derecho" la defensa, promoción, fomento y ejecución del mismo están garantizados por las diferentes instituciones o poderes del estadom. En el "Estado de Derechos" éstos los garantiza quien quiera que ostente el poder y quedan supeditados a los humores de tal persona o grupo de personas; además esas garantías, en el mejor de los casos, se limitan a los derechos que fueron explícitamente enunciados en el bodrio aquel, pues el carácter general ha sido sustituido por uno particular y puntual.

Esta es otra evidencia mas, de que debemos, por todos los medios buscar nuestro posicionamiento en el segundo lugar de la estupidez humana. Mención honoris causa a los intelectuales detrás del adefesio ese.