jueves, 9 de diciembre de 2010

Laxitud Moral

Volviendo al tema de la educación, debo contar una historia personal, para que se entienda en que medio vivimos los ecuatorianos, y como nuestra moral es laxa y elástica y poco a poco nos hemos ido acostumbrando y habituando a existir en medio de una descomposición de valores.

Durante mi internado rotativo me tocó hacer una pasantía en la sala de emergencias del hospital Baca Ortiz. Aconteció que una de mis guardias coincidía con el 5 de Diciembre. Eran pues, épocas festivas y todo el mundo en Quito se encontraba invadido de ese espíritu. No pudiendo ser la excepción, el jefe del departamento de emergencias se había puesto a beber y celebrar con otros médicos tratantes en su despacho, mismo que estaba ubicado junto a las camitas de los niños tratados con problemas respiratorios. Ante mis ojos, tal espectáculo me pareció una cosa chusca y bastante “normal”. No fui capaz de pasar un juicio duro ante tal situación. Total, eran las vísperas de fiestas de Quito, y está “ok” que la gente celebre y se embrutezca con alcohol en esos días; el jefe del departamento de emergencias no podía ser la excepción.

La chupadera de los jefes se había extendido desde el medio día hasta las 6pm. A esas alturas los tratantes ya se encontraban bastante alcoholizados. No obstante, y en vista de que se les había acabado el licor, el jefe se percató que cerca de ellos andaba yo rondando. Me encargaron que les vaya a comprar más trago a la tienda de la esquina (que por cierto aún existe.) Bien mandado, fui a comprar el licor. Cuando regresé, fui convidado por el propio jefe a unirme a la parranda y me dijo que avise a algún otro de mis coleguitas si quería unirse a las “efemérides” en medio de la sala de emergencias. Para eso de las 11pm se había encendido tremenda farra en la parte de atrás de la sala de emergencias, el jefé del departamento de emergencias y sus acólitos tratantes estaban en la última borrachera, literalmente tirados en el piso de la oficina del primero. Los internos y residentes que nos habíamos sumado a la farra, estábamos pasándolo bomba, chupando, bailando con las coleguitas y enfermeras y hasta nos “escapamos” a comprar más trago y unos pollos Gus. A todos nos pareció de lo más normal hacer estas cosas. En mi cabeza estaba la idea de que se trataba de un pecadillo venial y nada más. No hubo juicio de valor por parte de nadie. A todos nos pareció ok. Los padres de familia que se encontraban en la sala de esperas podían apreciar el pachangón que se llevaba a cabo puertas adentro. Ningún familiar protestó, quizá porque a ellos también les pareció “ok” que en una fecha como esa, la gente se emborrache y celebre, o quizá porque eran gente humilde que no tiene a dónde más ir, y no les queda de otra, que aguantar estas situaciones. Talvez algún padre de familia si tuvo las intenciones de protestar, pero sus intenciones y enojo chocaron con la realidad de que no tenía a dónde o a quién virar sus ojos o presentar sus quejas; talvez sabía que era inútil quejarse, pues en nuestro medio todo este asunto era considerado “ok” y no reprochable desde el punto de vista moral, mucho menos legal.

Recuerdo que al día siguiente, en medio del chuchaqui, acudí a la plaza de toros, y me ufanaba y jactaba entre mis amigos de la tremenda hazaña del día anterior en medio de las debidas felicitaciones por parte de mis amigotes. Para mí tal asunto no merecía mayor juicio de valor. Recuerdo que como esa, hubo muchas otras más borracheras en otras noches de guardia, en las cuales tomé parte o fui testigo.

Ahora con los años, y dado que vivo y trabajo en un país donde estas manifestaciones no solo que son objeto de juicios de valor durísimos, sino que son causales de juicios penales y civiles millonarios y de castigos ejemplares y dolorosos, recapitulo mis vivencias pasadas y me doy cuenta de cuan descompuestos moralmente nos encontramos los ecuatorianos. Para los ojos, no de uno solo, sino de muchos, lo sucedido no mereció ningún reproche, peor aún sanción o castigo. Nuestra moral es tan elástica. Lo consuetudinario de tales actos ha llevado a que las personas se desensibilicen y su juicio sea más benigno.

Así como en el caso de mi vivencia, así mismo vemos, por ejemplo, como nos parece “ok” que el presidente de la asamblea use el avión presidencial (propiedad del estado y del pueblo) para sus fines personales y encima se vaya llevando consigo a su esposita y a su nietecito. Vemos como un fiscal de la nación utiliza el auto asignado para la fiscalía y los fiscales de tránsito, para transportar a su esposa de la casa al trabajo y para otros quehaceres domésticos (favor referirse al contrato de comodato en donde se explica para qué usos estaba destinado el automóvil en el que viajaba su esposa.) Vemos como otros ministros y diputados hacen lo mismo con los bienes del estado asignados a ellos para uso oficial. Vemos como un presidente viola su propia constitución cuando le da la gana y no hay quien le diga nada. Vemos como un peatón tiene que detenerse al cruzar la calle, aún cuando se encuentra en la línea cebra, para ceder el paso a los automotores, y estos se enojan y le botan el carro a dicha persona, en amago de intimidación.

Los ejemplos abundan. Se dan en muchas formas, no solo en lo político. Por eso digo, lo nuestro es un problema atávico, y su solución radica en cambiar la educación, en mejorarla, en abundar en los valores, y al mismo tiempo, empezar a hacer que la ley se cumpla comenzando con el ejemplo. Por eso creo que antes de ponernos a arreglar las paredes de los pisos superiores de un edificio que se tambalea, debemos enfocarnos en apuntalar bien los cimientos del mismo. La constitución y las leyes son el equivalente de eso. Son unos parches que no sirven para nada, si la mentalidad de la gente no cambia. Y créanme, no se requiere de ciencia espacial para ello, ni los ecuatorianos somos brutos para no poder hacer tal cosa. La prueba de ello está en el hecho de que cuando salimos a otros países, nos “componemos” y aprendemos a respetar la ley y a los demás de manera adecuada. Yo por ejemplo, sería incapaz de ponerme a chupar con mis colegas en un día festivo dentro de un hospital, independientemente de si estoy o no de guardia. Yo como paciente, le metería un juicio al hospital y a los médicos chumados para que se acuerden el resto de sus vidas de la estupidez cometida. Y todo esto, porque sé que la ley me ampara y porque tengo la certeza de que tengo a dónde acudir, a quien virar mis ojos cuando lo necesito. Y para rematar, el sistema acá obligaría a que esos médicos y el hospital me reconozcan el agravio con alguna forma de resarcimiento que usualmente es monetaria. Eso es lo que se llama institucionalidad e imperio de la ley. Eso es lo que no existe en absoluto en Ecuador.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Chisme o Noticia

El caso de WikiLeaks se ha encargado de establecer un precedente en lo que serán las relaciones entre países y, sobre todo, entre los EEUU y los demás países. Ese precedente es que, mal o bien, se ha transparentado el accionar diplomático de esta potencia mundial. No todo lo que se lee de los informes de WikiLeaks es malo o negativo. No todo es perjudicial. Existen muchos cables filtrados que simplemente confirman los que antes eran secretos a voces sobre la influencia estadounidense en otros países, así como de cosas feas que otros países se esmeran en ocultar pero que los diplomáticos estadounidenses, en sus cables, demuestran tener el rollo bien clarito. No obstante, cabe resaltar un par de nociones bien claras. La primera es que el caso de WikiLeaks nada tiene que ver con la libertad de expresión o la libertad de las personas para informarse. La información privada no es de incumbencia de otros. Nadie tiene el derecho de inmiscuirse en lo que un diplomático cuenta a su cancillería si no existe la expresa intención de publicarlo por alguna de las partes. Los WikiLeaks son una violación al derecho a la privacidad. Por lo tanto, lo actuado por Assange es ilícito. En los Estados Unidos, la violación de la correspondencia privada es un delito federal.

Segundo, lo que Assange publica no está motivado por el mejor interés hacia un periodismo de verdad ni por querer hacer uso de su derecho a la libertad de opinión ni de información. La motivación de este señor es simple revanchismo y odio hacia un país. ¿El fin justifica los medios? ¿Es lícito y ético publicar información privada por el afán de revelar lo truculento que ocurre tras bambalinas? ¿Justifica el hurto de información el derecho a la información que tienen las personas? WikLeaks no es periodismo, es simple y burdo chisme.

Si no es así y si el Gobierno y sus simpatizantes sí creen que es buen periodismo, entonces, por ejemplo, el señor Balda y sus grabaciones deberían ser lícitas. ¿Cierto?