lunes, 13 de abril de 2009

Ignorance is bliss: Día del Maestro.

En la tierra de la mamá de Tarzán, cualquiera puede brillar cual oropel; cualquiera grita medio fuerte y convence a los demás de sus portentosas proezas y de su indiscutible e inescrutable conocimiento, y de su autoridad en materia de todología. Todos son unos sabios. No existe un mortal en este paraje, que acepte con humildad sus limitaciones, y por eso habemos quienes opinamos de todo. Pero la audacia va mas allá, pues los hay, aquellos que operan de manera temeraria, asegurando a los incautos, que sus obrajes son el non plus ultra de la materia en cuestión; son tan audaces, que pasan de la charlatanería y fanfarronería, a hechos y praxis basados en conocimientos escuetos o inexistentes sobre el tema.

La idea de tener que obtener licencia para todo, como en los países desarrollados, simplemente aterra a estas madres del rey de los monos. (¡ojo, no hablo en particular del Nebot!)

En otros lugares del mundo, se necesitan permisos y licencias, lo mismo, para poder ser un vendedor ambulante, como para poder ejercer la medicina o las leyes. Existen organizaciones e instituciones específicas que se encargan de garantizar a la población en general, que quien se dedica a una actividad en particular, cumpla con unos requisitos mínimos indispensables que garanticen la idoneidad y profesionalismo de dicha persona en dicha actividad. La estrictez de dichas organizaciones, sus requisitos y condiciones, varían, como varían las actividades que éstas regulan y sus implicaciones en asuntos que pueden afectar la vida de las demás personas. Tan es así, que para poder vender hot-dogs, los requisitos son básicos, y demandan un mínimo conocimiento de higiene, cocina, limpieza, seguridad, pulcritud y administración de desechos. No obstante, los permisos y licencias se otorgan a quienes demuestran competencia en dicha actividad. Para los médicos, por ejemplo, el obtener una licencia para ejercer dicha carrera involucra una extensa lista de requisitos, que no admiten excepciones, y que demandan niveles muy altos de conocimientos, destrezas, ética y profesionalismo; se les exige pasar una serie de exámenes de alta complejidad, se les demanda un tiempo de entrenamiento mínimo bajo supervisión, se los somete a un examen de 16 horas, por medio del cual obtienen el “board” de su especialidad y finalmente se les demanda un mínimo básico de horas anuales de capacitación y actualización continua de conocimientos, durante el tiempo que ejerzan su carrera. La complejidad de los requisitos para obtener una licencia para dedicarse a cualquier actividad, varía de acuerdo al grado o nivel de complejidad de la actividad misma, y depende, en gran parte, de cuan deletérea en la vida de o vidas de otras personas, puede ser una conducta negligente de dicha profesión u oficio.

Los maestros no son la excepción, y aunque como todo en la vida, nada, ni nadie es perfecto, estos deben someterse a exámenes y evaluaciones periódicas, que garanticen que su nivel académico, profesional y de actualización es adecuado, para sostener un sistema educacional que se ajuste a unos mínimos requisitos.

Siendo el Ecuador la tierra de las originalidades, la educación y quienes supuestamente la imparten, no pueden ser una excepción a esa absurda premisa.

Es tal el cinismo de estos maestritos, que se atreven a pedir que se derogue una de las pocas cosas medio buenas que esbozan una intencionalidad en querer salir del subdesarrollo mental y social en el que vivimos en el país.

Dicen oponerse a los exámenes de evaluación de conocimientos y capacidades intelectuales que el ministerio de educación ha implementado, porque estos son “punitivos, persecutores y sancionadores”. El simple hecho de que afirmen que algo es punitivo y sancionador, y su limitación en cuestiones de semántica, confirma la necesidad de dichas pruebas. Yo no se quién los persigue, o intenta castigarlos. Talvez sea que, para ellos, la idea de que hay que autosuperarse, capacitarse, ampliar los conocimientos y perfeccionarlos, se la percibe como un castigo, y su obligatoriedad una forma de persecución. Ni siquiera se dan cuenta de que la única manera de saber si sus conocimientos y capacitación se encuentran en un nivel mínimo indispensable, es a través de pruebas estandarizadas. Y que fallar en dichas pruebas, no es sinónimo de castigo, sino evidencia de mediocridad, que merece ser remediada por correctivos racionales: mas estudio y preparación.

Claro, ellos gritan a viva voz en cuello, tal como lo haría cualquier otra mamá de Tarzán que se precia se serlo, que sus conocimientos son suficientes y bastos; y se amparan en la geografía y en la situación económica, para justificar su mediocre formación.

Cierto es, que gracias a las nulas o, igualmente mediocres, políticas e inversión en materia de educación de éste y de los gobiernos anteriores, y sumando a ello, el secuestro miserable del que son presa los maestros, en manos de los truhanes y pelmazos del MPD y su caduca ideología comunista, es que los de este gremio y sus "víctimas", los estudiantes, son, en su mayoría, brutos.

¿A quién se le ocurriría, por ejemplo, poner su cerebro, en manos de un sujeto que no ha demostrado su competencia en medicina o en neurocirugía, y que pretende operarlo, alardeando de sus conocimientos, y fanfarroneando de ellos y de ser la última papaya del desierto en el tema, pero que se rehúsa y opone a ser evaluado en dichos conocimientos, por considerar que los exámenes académicos a los que se deben someter los médicos, son "punitivos, perseguidores, y sancionadores"? Así mismo: ¿A quién, en su sano juicio, o en capacidad de darse cuenta de las cosas, se le ocurriría depositar la educación de sus hijos, en manos de unos maestritos mal capacitados, mal preparados, ínfimamente ilustrados, o analfabetos funcionales? La respuesta es sencilla: a quien no le queda otra opción y alternativa; a quien carece de un marco de referencia para darse cuenta de tal cosa, y desconoce de otras realidades. Es decir, al resto del pueblo. Y con eso, se perpetúa y perenniza el estado de privación académica, que se ha convertido en una cuestión crónica y endémica. He aquí la respuesta a la popularidad de nuestro presidente y la de los que lo precedieron. He aquí, la razón por la que el pueblo elige los gobernantes que tiene. Brutos, educando/embruteciendo a otros, aún mas brutos.

La perversidad del sistema se ensaña con los mas necesitados, y no llega la hora, en que algún líder visionario, rompa ese ciclo y con determinación empuje y genere un cambio de mentalidad y de conducta.

Los líderes gremiales de la UNE en verdad hacen esfuerzos encomiables, por ocultar el sol con un dedo, y por engañar al mundo, diciendo que son capacitados. Rechazan los exámenes del ministerio, porque éstos, simplemente demuestran su ineptitud, ignorancia, e incapacidad. Esgrimen alguna tipo de monserga ya conocida, y trillada, que pretende darles la razón en la insensatez. Solo en Ecuador, la mediocridad y sus estrepitosas y desafinadas expresiones sonoras, pueden encontrar oídos e imponerse mas allá del sentido común.

Educación, una obsesión de este humilde servidor. Flores dixit

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