miércoles, 1 de julio de 2009

Una amistad...

Acababa de ver a un paciente, cuando mi celular sonó; una voz temblorosa y abrumada de dolor, me dijo:

“mijo algo muy penoso ha pasado hoy… se murió el Mauro”.

No supe qué decir, me limité a un torpe ¿Qué? ¿Quién se murió?

“Mi amigo querido, el Mauro se murió hoy…”.

El tono de su voz delataba sus lágrimas; por más que quiso, no pudo evitar el sollozo. Era mi Viejo quien me llamaba desde el Ecuador. Estaba desconsolado y yo supe de inmediato que también se sentía desamparado.

“No le cuentes nada a tu mamá, no quiero que se angustie y que se le echen a perder sus 10 días de vacaciones”

Mi madre se encuentra en Los Ángeles-California atendiendo, en representación de nuestra familia, el matrimonio de un primo mío. Mi Viejo estaba triste y no contaba con ese hombro y apoyo en donde poder encontrar consuelo, decidió llamarme en ausencia de mi madre. Sus palabras y el profundo dolor con que las pronunciaba, supieron contagiar ese estado de ánimo. Me dolió el dolor de mi padre.

Conocí a Mauro, su gran amigo. En verdad era él, un gran hombre. Para mi padre, él fue uno de esos amigos de siempre, de esos amigos entrañables. Su amistad era de aquellas que yo, nunca he podido cultivar y que solo he podido admirar y envidiar desde la distancia. Era –esa amistad- uno de esos tesoros que mi padre ha sabido guardar con mucho cariño y celo, y que yo, por mi ambición, nunca he podido acuñar. Una amistad verdadera, de toda una vida.



Su amigo había partido de repente y sin previo aviso.

Cuenta mi padre, que dos días atrás se había visto con él. Se encontraba recuperando de una operación, pero nada que pudiera indicar el fatal desenlace.

“La Ortencia llorando y desesperada me llamó hoy y me dijo: ¡se nos fue nuestro Mauro! No puedo borrar de mi mente sus palabras y sus inconsolables lamentos” me contó mi Viejo.

La vida ha sido benigna y benevolente conmigo. Aún no me ha arrebatado nada que me pueda doler. Se que lo hará, y por eso temo tanto la llegada de ese día. Talvez por eso sea que no cultivo muchas amistades e intento acorazar el corazón y los sentimientos, (justificaciones nimias.) No obstante, me aferro a los que quiero, y me escondo de esos caprichos de la vida. Mi Viejo está triste hoy, su amigo se fue. No pudo despedirse. Lo que queda: el recuerdo de esa amistad que solo la muerte puede poner fin en este mundo. Lo que me queda, el ejemplo de mi padre, de lo que verdaderamente vale en la vida.

Mauro: mi viejo te quería de verdad, te le fuiste. Descansa en Paz.

No hay comentarios.: