domingo, 22 de febrero de 2009

Aborto: Apuntes sobre el tema

Existen personas que abogan por el aborto, anteponiendo argumentos de género, mismos que ensalzan a éste –el aborto-, como si se tratase de una conquista sindical, o el triunfo de una reivindicación gremial. Otros, un poco mas despistados pero mas maliciosos, pretenden encajar y acomodar un sinnúmero de justificativos en una parafernalia legista o de defensa de los derechos humanos (¿¡!?) Otros tantos, muchos de ellos bastante descalificaditos en este tema, lo convierten en un asunto de disputa entre creyentes y no creyentes, y se vuelcan a apelar y a avivar a la animadversión que despiertan las religiones que se oponen al aborto. Por último están esos pensadores progres, fuleros y culecos, émulos del "progreso", que creen que ser “moderno” es adoptar el aborto, como cualquier otra novelería alienante que, por provenir de los admirables países de primer mundo se cree que es lo óptimo, como si todo lo importado fuese bueno y mejor, y por ende, oponerse al aborto, equivale a oponerse al progreso. Existe también, un grupo diferente de personas, en quienes no existe una connotación moral clara acerca del aborto. Son personas que han nacido inmersas en un medio, en donde el aborto como forma de planificación familiar o solución a antiguos o futuros problemas, es algo tan normal, como cuando alguien tiene un tumor nocivo para su persona, y su extirpación no merece ninguna consideración moral, mas allá de la praxis que conduce a su remoción. En la Cuba comunista, por ejemplo, las nuevas generaciones de ciudadanos y ciudadanas revolucionarios y revolucionarias, han crecido convencidas y convencidos, de que no hay nada de malo en abortar, si el fruto de la concepción no es deseado, por la razón que fuere. En una sociedad en la cual la libertad de opinión es castigada e impedida, así mismo, se ha eliminado el estigma que rodea al aborto, convirtiéndolo en un acto de similar laya a cualquier otro procedimiento médico curativo. La revolución, le ha negado a esas nuevas generaciones, la oportunidad de generarse su propio criterio sobre el aborto. La falta de libertades, la coherción y el castigo al disenso o a contradecir al todo poderoso lider, han marcado ese oscurantismo intelectual en esas sociedades, donde el aborto ha perdido ese tipo de apreciación.

Dejando de lado los argumentos religiosos, que, en última instancia responden al mero fuero interno de los individuos y sus creencias, (aquellas que motivan o desmotivan a las personas para defender o condenar el aborto) el asunto del aborto se reduce a dos formas básicas de razonamiento.

Una de ellas, aquella que se opone a éste, fundamenta sus argumentos en los principios y lógica biológicas, la otra, la que lo promueve, se sustenta en argumentos de tipo legal, artificios creados por unos, que buscan satisfacer los deseos de ciertos colectivos. Imposiciones legales, que se apoyan muchas de las veces, en la lógica de la mayoría de votos, mas no en raciocinios sustentados en la lógica biológica. Debe acotarse, que ciertos argumentos biológicos también son utilizados y moldeados o acomodados a dichos artificios, para darles mayor sustento.

Es difícil y osado, como persona, ser quien juzga o condena a quien promueve, ejecuta o se somete a un aborto. No es tan difícil empero, condenar semejante acto brutal y deshumanizante. Desde la óptica de la vida, y de los derechos humanos, (los derechos de todos los humanos, sin tener a unos por encima de otros) es fácil condenar al aborto, por ser en esencia, un acto que atenta contra el derecho mas básico y fundamental de todos, el derecho a la vida.

Si una persona dice, yo creo que el aborto debe ser promovido y legalizado en todas partes, porque soy mezquino, y no quiero, como individuo, asumir o compartir la responsabilidad colectiva que le representa a la sociedad, una nueva carga, impuesta a ésta –la sociedad- por la causa que fuese, entonces, yo creo que al menos esta persona es honesta, y reconoce en su mezquindad, egoísmo y materialismo, como las fuentes y razones para estar a favor del aborto. A lo que yo me opongo es a que, se intente incorporar cuestiones morales o supuestamente humanitarias o de derechos y peor aún, definiciones biológicas artificiales fuera de toda lógica natural, para, eufemísticamente maquillar la verdadera razón: el egoísmo humano, motivo tal, que queda al juicio de la conciencia de cada uno. Es ese egoísmo, el que impulsa a otros a buscar la solución más cómoda y fácil. El facilismo, la comodidad del individuo, de mi, labrada y forjada por la “lucha” de otros, que persiguen la tranquilidad y comodidad del cuerpito de uno.

Es más fácil convencer a otros de que aborten, a tener que educarlos en valores sexuales y familiares; es más fácil regalar un condón, o “educar” en la mecánica coital y sus métodos anticonceptivos, que dedicar tiempo y persona a la creación y fomento de valores humanitarios y de verdadera solidaridad. Usando una analogía, es más fácil para la sociedad, crear la idea de que promover la deforestación, o la tala de un bosque, como medida profiláctica, ante la amenaza o presencia de incendios forestales, es la solución perfecta. Es más fácil para la sociedad, librarse “a tiempo” de un problema mas. Es más fácil saberse desconocedor, o no darse por aludido, que estar conciente, de que en cada uno de nosotros radica un responsabilidad social y humana, para con otros, para con esos seres humanos que pueden ser traídos al mundo, en situaciones adversas y perversas. Es más fácil saber que el problema y carga que a futuro podría representarle a la conciencia colectiva y sobre todo a la conciencia individual, ha sido eliminado a tiempo, por terceros, gracias a la acción y gestión de otros terceros, en lugar de tener que encarar esas responsabilidades que no se limitan a lo material.

El aborto no disminuye la pobreza, no cambia la realidad de la persona que lo comete, no borra las condiciones en que el niño no deseado fue engendrado, no erradica el trauma en caso de que la concepción se haya dado de manera violenta, no trae mas oportunidades económicas, no dignifica a los pobres, no erradica ni reduce el número de violaciones y abusos sexuales, no reduce el número de adolescentes y menores ultrajadas, no disminuye el número de futuros delincuentes, no mella la criminalidad, no cambia nada de fondo. En cambio, si fomenta mas el egoísmo e individualismo y le hace las cosas mas cómodas a una sociedad mezquina que no desea tener que lidiar con otra “carga social” como son las madres con hijos no deseados. Me reitero, es mas fácil borrar el problema del mapa (a expensas de la salud y vida de la madre aún cuando el asesinato del embrión se de en condiciones óptimas), que invertir esfuerzos colectivos y particulares (nuestro esfuerzo) en educar a esas madres y a sus hijos, darles herramientas para surgir en el futuro, y no limitarnos a educarles en el uso de un pedazo de látex o una píldora tan tóxica y dañina como el tabaco, para que no sigan reproduciéndose y aumentando el número de bocas hambrientas que preferimos ignorar.

Paralelamente, Roberto Fernández, en algunos de sus editoriales, nos dice ciertas cosas, que abonan a la tesis en contra del aborto:

“Maternidad y paternidad, aunque se celebren separadamente, son correlativas, complementarias e inseparables, pero diferentes.

Nuestro mundo padece un gran deterioro emocional por la ausencia de padre y la consiguiente crisis de autoridad. Ya se trate de transfuguismo machista o de marginación impuesta por reivindicaciones feministas a ultranza, lo cierto es que el padre va perdiendo peso específico, con graves perjuicios para la mujer y para el equilibrio emocional de los hijos. Estos no sufren tampoco menos por la violencia machista y el maltrato a la mujer. En realidad, es urgente resanar afectivamente el corazón humano y reeducarlo desde las raíces de la misma sexualidad que exagera la búsqueda de placer en detrimento del bien.

Es que no hay que confundir los derechos de la igualdad de género con la inhibición de las funciones específicas que deben mantener hombres y mujeres. Por ejemplo, esas mujeres súper ejecutivas que confiesan no tener tiempo para la maternidad porque quieren realizarse profesionalmente a sí mismas, o ese modelo de varón llamado metrosexual que lo tendrá muy difícil a la hora de ejercer su paternidad, quizá solo sean un paso más hacia la decadencia, pues cumplen muy bien aquella vieja sentencia atribuida a Séneca: “Cuando los hombres se cuidan como mujeres y cuando las mujeres se niegan a dar a luz, cuando ni los hombres ni las mujeres veneran a los dioses, entonces es la señal de que una civilización está muerta”.”
(sic)

La necesidad de reivindicación de las mujeres (por demás justa) ante la histórica dominación masculina, no es excusa, ni justifica la destrucción de un ser humano en su etapa mas temprana de vida. La búsqueda de una “cuota de poder” y “autonomía” de la mujer sobre el mundo que nos rodea no son razones morales ni éticas suficientes para irrespetar el derecho a la vida que tiene un ser inocente, ajeno a cualquiera de las razones que hayan sido las causales de su engendramiento, o a los reclamos de las feministas. Siempre hay otras alternativas.

La demanda de igualdad ante la ley y ante el juicio de la sociedad son cosas muy ciertas y justos reclamos que las mujeres deben y tienen que hacer a diario. Si embargo, no todo es únicamente derechos, pues acompañando a un derecho, está una obligación. Por lógica tanto natural como jurídica, ciertos derechos se subordinan a otros derechos. No todos los derechos son iguales, ni todos los principios están al mismo nivel. El principio de la vida y su defensa nunca puede estar por debajo o supeditado a un derecho, de tinte mas bien gremial, que aboga por la libertad de ciertas decisiones hechas sobre el cuerpo de uno mismo o su "vida", pues si esa fuese la premisa, entonces como corolario de todo esto, tendríamos que aceptar y facilitar el suicidio, la eutanasia, y hasta el homicidio por razones “justificables” bajo la misma premisa en cuestión. Cuando una decisión involucra a dos o mas seres o individuos, el asunto es un poquito diferente. Un embrión, un feto, no es otro órgano mas, que puede ser amputado cuando a bien se lo disponga, o en su defecto, cuando las circunstancias así lo ameriten. Por fortuna o desgracia, dependiendo del punto que se lo mire, los humanos, somos animales que para existir, y perpetuarnos en el tiempo, necesitamos reproducirnos y cursar un proceso que involucra nuestra presencia y primeros momentos, en el vientre de una madre. La naturaleza nos ha provisto con órganos sexuales para reproducirnos, y nos ha hecho complementarios, y no hermafroditas. Ha dado al cuerpo de la mujer, características especiales, que le permiten dar cabida al inicio de un nuevo ser. Por esa razón tan natural, tan propia de un ser vivo que depende de este mecanismo para su propia existencia, es que no se puede aceptar el alegato de que la madre, la mujer, puede decidir qué hacer con su cuerpo, pues su propia fisiología y anatomía están creadas para la reproducción y para albergar a un nuevo ser humano, en su etapa inicial. Ojo, nadie aquí, sostiene que la mujer se deba limitar a cumplir con la específica función biológica. El aseverar que una mujer puede decidir qué hacer con su cuerpo, cuando se trata particularmente de un embrión, implica la negación tácita pero muy implícita de nuestra propia condición como seres humanos y animales vivientes. Es renegar de lo que somos. Es no aceptarnos como entes animados y reproducibles. El aborto es la negación a la especie humana. ¿Qué cosa mas atroz puede existir, que la negación del ser... de nuestro ser? Hombres y mujeres son iguales, pero diferentes. Las diferencias nos complementan. Las diferencias hacen que la especie humana, hombres y mujeres sigan su peregrinaje a través del tiempo en este universo. Considerar que uno no tiene responsabilidad alguna para con su propia especie, en el trasfondo de la existencia humana, es negar su propia condición de humano. No somos entidades autónomas, autoreproducibles, que podemos perpetuarnos ad infinitum. Somos mas complejos (pero mas limitados al mismo tiempo) que eso. No podemos autoclonarnos, hasta para eso, necesitamos de otros.

Por eso, y para explicarlo, yo siempre planteo la siguiente línea de pensamiento:

¿Es o no es, el ser humano finito? La respuesta a esa pregunta es, que el hombre si es finito. Eso quiere decir que tiene un principio y un fin. ¿Cierto? Por lo tanto, la vida del ser humano como individuo, está marcada por un ciclo, que tiene su principio, parte intermedia y su final.

Si es así, entonces vale la pena establecer, cuándo empieza este ciclo que marca la existencia del individuo. Es en este punto, en donde se establece la diferencia entre la lógica natural, que sustenta sus argumentos en hechos científicos, y la lógica (¿?) legal -léase, arbitraria y artificial definición- enarbolada por politicos, legistas, abogados y defensores de derechos humanos (derechos de todos y todo, menos uno: la vida) y aquellas personas que abogan por ciertos absurdos de "género". La lógica natural establece que el ser humano tiene su inicio en el momento de la concepción. Las legislaciones y los "doctos" legistas establecen arbitrariamente, por consenso o por mayoría de votos, desde cuando, una persona es persona o ser humano.

Una forma sucinta de exponer el raciocinio en el que se sustenta la lógica natural, es con el siguiente ejemplo:

¿Qué diferencia hay entre, el Perico de los Palotes (PP) de hace 50 años y el PP de hoy, es o no es el mismo ser humano? La respuesta mas lógica es: No hay diferencia, pues es la misma persona en diferentes épocas; solo se diferencian en el tiempo, en la EDAD. Probablemente, se conteste que, entre el PP de hace 50 años y el PP de hoy, lo único que los diferencia, es el paso del tiempo y sus huellas, es decir solo hay una cuantas canas y un par de arrugas mas. En esencia, son la misma persona, pero en diferentes estados de evolución natural, en el ciclo de su vida (ciclo finito y limitado, previamente establecidos.)

Ahora, desde el punto de vista, meramente biológico, el genoma de PP de hace 50 años poseía 46 cromosomas, y el genoma de PP de hoy, tiene los mismos 46 cromosomas. Entonces, desde el punto de vista biológico, no existe cambio en la esencia genética del PP de hoy y el de hace 50 años.

El óvulo de la madre de PP, con 23 cromosomas, se unió al espermatozoide de su padre con otros 23 cromosomas, dando origen a una primera célula de 46 cromosomas, que eventualmente se convirtió en el PP de hace 50, 40, 10 años, o el de hoy. Pregunto yo. ¿Entonces, no es lógico, en base a la premisa de que todos tenemos un principio y un fin, aseverar que nuestro primer momento de existencia se da cuando poseemos los 46 cromosomas, que no cambiarán a lo largo del resto de nuestra vida? ¿No es esa primera célula con 46 cromosomas, la primera piedra de nuesto ser? Dado que como humanos, tenemos un principio y un fin, entonces, vale abundar en la idea de que ese es nuestro inicio, nuestro primer momento. Concluyendo de este breve análisis, podemos aseverar sin temor a equivocación, que el comienzo de nuestra existencia está marcado el momento en que poseemos todo el bagaje genético necesario, para transitar en el ciclo de la vida. Es decir, comenzamos a existir, el momento de la fecundación. La única diferencia entre nosotros en el momento de la fecundación, y nosotros en el momento actual, es la EDAD y los cambios que en nosotros opera el paso del tiempo.

Cualquier otra definición, de cuando el ser humano empieza, es simplemente artificiosa y se acomoda a la legislación y conveniencia de las personas y sociedades que la propongan. Así, unos podrán decir que el ser humano empieza como tal, con la implantación del cigoto en el endometrio, otros dirán que a las 48 horas de la fertilización, otros mas, podrán, con la misma arbitraria "lógica", argüir que el ser humano comienza a los 3 meses de gestación, o el día de su nacimiento, o el día que cumpla 18 años. Redundando en la idea, las definiciones artificiosas, no cuentan con el apoyo de la lógica biológica y natural. Se sustentan en una mayoría de votos o en un “consenso.” Y cuando eso sucede, las diferentes legislaciones podrán determinar hasta cuando, esa masa de células, cuya carga genética es de 46 cromosomas, no puede POR LEY, ser considerada un ser humano, persona o individuo, y por lo tanto, la interrupción de su vida (existencia) estaría plenamente justificada bajo esas jurisdicciones, pues no goza de derechos, pues en muchos casos, tampoco puede cumplir con obligaciones. Resulta por lo tanto, ilógico e irracional, que de manera artificial, se establezca un límite de edad, en el cual, esos 46 cromosomas, pasen a ser considerados personas o seres humanos.

El aborto no tiene otro justificativo mas que la mezquindad del ser humano, el egoísmo, tanto idividual, como colectivo. No existe un argumento lógico, desde la óptica biológica o científica, que sostenga tesis alguna, que procure dar una razón plausible al aborto, mas allá de aquellas aspiraciones individuales o gremiales, (colectivos) que por nada del mundo, según la visión humanista, pueden subordinar la vida humana a sus particulares intereses, cuya jerarquía, segun la logica, es inferior a la vida misma.

¿Y cuando se tiene que decidir entre la vida de la madre, y la del hijo? Pregunta difícil. Sin embargo, esos casos son extremadamente raros, y la ciencia, por fortuna, ha logrado avanzar hasta el punto de que esas decisiones, excepcionales por demás, si tienen que ser tomadas, se las haga bajo consideraciones humanistas, en consenso, y procurando escoger el menor de los males.

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