domingo, 22 de febrero de 2009

Aborto: una solución segura... ¿o no?

[Lo que uno aprende durante el ejercicio de la carrera]

Se llama Christine, es caucásica, tiene 39 años. Su madre, una prostituta; ella abusada física, mental y sexualmente desde la infancia. Posiblemente sus días felices son escasos, las cicatrices en su cuerpo, unas cuantas, y las de su alma, muchas y muy evidentes, denotan esa tristeza de mar de quien no lo ha visto. La conocí en mi consultorio hace 3 años. Llegó drogada, nunca negó su condición, para ella, la heroína era un aliento que bien valía la pena inhalar. Supe que padecía de diabetes y que, a consecuencia de un accidente automovilístico, había desarrollado epilepsia. Venía, así mismo, arrastrando el diagnóstico de trastorno bipolar. No me sorprendió tal cosa. Su realidad amerita eso y mucho más. Su primera visita fue tan aparatosa como su personalidad misma, vino solicitando “algo” para el dolor. Ella como muchísimos otros, en la zona donde trabajo, vienen a mi consultorio buscando una excusa para que el médico les prescriba narcóticos. Su excusa, el dolor. Hoy, yo creo que ella no mentía, pero estaba confundida, pues su dolor no era meramente corporal, venía de mas adentro. Sin embargo, no le dí lo que vino a buscar. Decepcionada y en arrebato de histeria, cayó templada en medio del consultorio, invadida por una crisis epiléptica.

A pesar de ello, siguió viniendo a mi oficina a recibir tratamiento para su diabetes, su depresión, su manía y su epilepsia. El daño del alma es algo en lo que no soy bueno, pues ahí , yo me manejo en el campo de lo empírico. Vagabunda, me contó que se apegaba al primero o segundo pelmazo que le ofrezca un par de caricias, compañía y algún remedo de calor de hogar. Autoestima inexistente, amor propio menoscabado, razones suficientes para explicar muchos de sus males. Así empezó a convivir con un fulano, que tenía la pinta de inmundo y pervertido proxeneta, luego se convirtió en mi paciente también. El tipo, un negro corpulento, ex presidiario, que había pasado un sabático de 17 años tras las rejas por fungir de consejero de juventudes y motivador de personas a través de la venta de estupefacientes, decía amarla… A su manera supongo, pues le propiciaba sendas caricias en forma de puños y patadas. En alguno de esos arrebatos idílicos, la mandó directo a la terapia intensiva. La visité en el hospital. Lo denunció, y como el sujeto ya tenía su historial y estaba libre bajo palabra, lo encerraron por un buen tiempo. Durante ese lapso, logré convencer a Christine de enrolarse en un programa de desintoxicación. Se sintió motivada, y gracias a las personas con las que yo trabajo, ell logró dejar la heroína y se inició en un programa de metadona, narcótico legítimo y de "calidad controlada", la cual remplaza a la callejera heroína, y gradualmente su dosis –la de la metadona- es disminuida hasta que la persona pierde la adicción. (Así dicen)

Llegó un día, como siempre, de manera furtiva, hizo que la pongan arbitrariamente en la lista de pacientes. Entró al consultorio, se descubrió el pecho, y me dijo que había notado la producción de leche en ambos senos. La examiné y descubrí una masa firme e indolora en uno de ellos. Le recomendé una mamografía. Dejó la oficina, de la misma manera en que llegó, así como así. No la volví a ver en meses. Había vuelto a caer en brazos de la heroína, para luego ser nuevamente envuelta en las garras de la metadona. Hacía las veces de prostituta y vagaba por las calles de esa ciudad degenerada. Finalmente volvió, y se hizo los exámenes. El resultado: cáncer.

El accidente de tránsito la había dejado epiléptica, perdió la custodia de su hijo, (el padre de su hijo, un sujeto que murio en aquel mismo accidente) pero también le dejó una compensación económica que le permitía contar con un seguro médico. Eso facilitó las siguientes evaluaciones y sus cuidados médicos. La biopsia corroboró las aseveraciones de las imágenes radiográficas. Procedí a enviarla al oncólogo y a los cirujanos correspondientes.

Todo estaba arreglado para el siguiente paso: proceder a la cirugía: la mastectomía y seguidamente, iniciar la quimio y radioterapias. Dada su errática personalidad, Christine perdió varias citas para esa medida definitiva, muchas excusas antepuso para ello. Sin embargo, siguió viniendo a mi oficina para encontrar ese poco afecto y algo de tratamiento médico.

Ella es una botica ambulante. Tiene que tomar varias medicinas para sus crisis convulsivas, otras tantas para sus males psiquiátricos, su ración para la diabetes y el hipotiroidismo, su diaria dosis de narcóticos y ansiolíticos.

El fulano que la puso en el hospital fue encerrado. Su soledad la llevó a juntarse a un nuevo despojo humano, un heroinómano adicto que la ponía a prostituirse para que le costee su vicio. Ella aseguraba que el tipo este, era su “prometido”. Ese romance dejó sus secuelas. Llegó una tarde a mi oficina. Como siempre, la gente que trabaja conmigo la puso en la lista de pacientes a ser vistos ese día. Me dijo, no me ha venido mi “periodo” por 2 meses. Pensé yo, talvez esté tomando demasiados opioides. No obstante, le hice una prueba de embarazo. Para completar el cuadro de la “pobre Clara”, esta pobre mujer, llena de problemas y males, resultó estar embarazada. Dejó mi oficina abruptamente. Regresó a los dos días.

Solicitó apoyo y consejo a muchos.

¡Aborta! Le dijeron. (El aborto es legal en estas tierras) Dijeron las caritativas almas feministas y aquellas sensibles defensoras de género que ante un caso como éste, lo mas seguro es abortar. Dijeron que una mujer llena de males, vicios y penurias, cuya expectativa de vida no es la mas optimista de todas, lo mejor que puede hacer es abortar. Dijeron que una criatura engendrada en dichas condiciones, es mejor no traerla al mundo, pues, por las medicinas y drogas que su madre consume, sus posibilidades de ser un niño o niña “normal” son nulas. Dijeron que una mujer como ella, no podrá satisfacer las necesidades de ese nuevo ser humano, que no existe un futuro prometedor para dicha persona, aún en el caso de que sea “normal”. Dijeron que esta nueva vida, sería una carga para la sociedad, y que antes de que ésta –la sociedad- tenga que absorber esa responsabilidad, es mejor difuminar la culpa y apoyar su eliminación temprana. Todas las razones que aquellos humanitarios abortistas aducen para abogar por un aborto, pueden acomodarse muy bien a este caso. Un ser humano engendrado en un ambiente perverso, posiblemente fruto del abuso, no merece ser traído al mundo. Posiblemente sea un castigo tanto para este nuevo ser, como para la sociedad, la misma que pasará a ser la víctima que esta nueva persona representará desde el principio. No existe ningún argumento lo suficientemente sólido que pueda rebatir la contundencia de dichas aseveraciones. El aborto, la solución mas segura.

Y a pesar de ello, me preguntó a mi también.

Yo le dije que por mis convicciones médicas, (juramento hipocrático) y personales, yo no abogaba por el aborto en ninguna circunstancia. Me preguntó entonces qué recomendaba yo. Le sugerí que tenga al bebé, y que si no se sentía en condiciones de criarlo, que lo entregue a un centro de adopciones. Y así fue. Fuimos varios, los que participamos del cuidado prenatal. Su embarazo fue bastante accidentado, siguió fumando, consumiendo narcóticos que yo mismo le prescribía, para, en parte apaciguar ese dolor de alma, en parte por sus dolores del cáncer, y en parte para mantenerla alejada de la heroína. Siguió tomando muchas de las medicinas para sus males psiquiátricos, su epilepsia y su diabetes.

Dio a luz. Parto natural. Ella fue dada de alta a los 4 días. El niño fue retenido en la terapia intensiva neonatal, para manejar el proceso de desintoxicación a los narcóticos. Fue dado de alta a las 6 semanas.

Lo llamamos Christopher, así decidieron llamar al hijo de Christine las enfermeras y secretarias que laboran en mi oficina. El padre del niño es supuestamente el segundo sujeto con el que ella se juntó, aquel que mencioné antes, con el que mantiene ahora una nueva tormentosa relación. Dado que el fulano ese es supuestamente converso al Islam, quiere que el niño se llame con algún nombre musulmán, que no recuerdo bien. Nosotros lo conocemos como Christopher.

Christine no quiso dejar su hijo en manos del estado o de alguna impersonal institución. Christine no ha visto a su anterior hijo en mas de 12 años, vive con su abuelo paterno y ella no tiene permiso para verlo.

La vida es tan extraña. Una de mis asistentes, Keila, madre de 2, una nena de 8 y un varón de 4, casada con un mecánico de autos, decidió en contra de todo pronóstico desfavorable que le anteponían para disuadirla de lo contrario, adoptar a Christopher.

Hoy Christopher tiene casi un año. Es un bebé saludable, y no hay, hasta el momento, evidencias médicas de secuelas serias por todo lo narrado aquí. Ha encontrado un hogar lleno de amor y calor humano, esos que, para su madre biológica, le han sido esquivos. Se le ha concedido una oportunidad en la vida.

Christine visita a su hijo con cierta regularidad, y en la medida en que sus arrebatos mentales se lo permiten. Pasado mañana esperan a Christine en el hospital, para ser admitida y operada. Mastectomía bilateral recomendaron los cirujanos oncológicos. Veamos si se anima a ir al hospital, y de hacerlo, tendremos que ver como se le apoya a una mujer sola, golpeada por la vida de la manera mas cruel, que tiene que someterse al martirio del tratamiento del cáncer.

No obstante y pese a todo mal augurio o presagio, Christopher está vivo y sano. Su futuro tiene esperanza. No se le negó la oportunidad de vivir a un ser humano, por argucias falaces o mezquinas. Fue juzgado y condenado de antemano por las mas “nobles” causas y sus convencidos activistas, y sin embargo, ha burlado sus "mejores intenciones". Christopher trajo un nuevo significado a la vida de Christine. Al final de cuentas, 1 vida ha sido salvada y otra redimida.

El aborto, una solución segura ¿o no?

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Rosa es una emigrante mexicana, de aquellas que vienen a este país, pasando penurias y corriendo por la frontera. Es casada, y ha logrado, junto a su marido, tener a toda su familia junta en estas tierras. Trabaja, como muchos otros inmigrantes indocumentados, en labores de limpieza, por un magro salario. Hace poco mas de 4 años, descubrió una pelotita en su seno izquierdo. Se que, a pesar de su condición migratoria, pudo ser evaluada por otros profesionales durante esa época. Le diagnosticaron un cáncer de seno. Llevaba 1 mes de embarazo. El consejo profesional fue que debeía abortar y proceder inmediatamente con la mastectomía, para seguidamente iniciar la quimio y radioterapias. Ella se opuso. Ella ya tenía 2 hijas, una de 12, y otra de 8 años. Le aconsejaron que el tratamiento, por las características del tumor, debía de iniciarse lo mas pronto posible. Le dijeron que piense en sus otras 2 hijas, y la importancia de que esté viva para ellas. Pero ella se negó y prefirió arriesgarse. Decidió seguir con su embarazo. Ella dio a luz a un precioso niño, absolutamente saludable. Ella decidió llamarlo Jesús, (por obvias razones.) Pocos días después del parto, fue sometida a la mentada operación y a los tratamientos correspondientes.

Mujer pobre, embarazada, inmigrante indocumentada, sin seguro médico, ni acceso teórico a muchos beneficios propios de la ciudadanía o estadía legal; con cáncer y potencial detrimento y menoscabo de su vida, es una receta perfecta para que "comedidos" que mal entienden los DDHH, o activistas de género, o simplemente personas con bastante "sentido común", recomienden un aborto.

Jesús tiene 4 años, es muy parecido a mi hijo, y siempre acompaña a Rosa, su madre, a los chequeos rutinarios en mi consultorio. Los últimos chequeos imagenológicos y de marcadores tumorales indican que el cáncer sigue aún en remisión. Ella está bien. Sigue trabajando igual que siempre, como cualquier otro inmigrante indocumentado. Y además, tiene el gusto de ver a un nuevo ser humano, crecer y llenar de alegría a su dura existencia, la motiva y le brinda el ímpetu y las ganas de vivir. Los “sabios” consejos nos hubieran privado de un niño tan gracioso y listo, y su madre estaría igual que hoy, pero con un vacío enorme. Ahora Rosa no tiene un seno. Ella tiene un hijo.


El aborto, una solución segura. ¿o no?

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